lunes, 29 de septiembre de 2014

30-S- La memoria, el mejor antídoto contra el cinismo

La leyenda en la placa de Froilán Jiménez luce descolorida cuatro años despues de su absurda muerte. / Foto: Andrés Reliche

El tráfico es intenso en este sector de Quito donde se levanta el hospital de la Policía Nacional, las antiguas y las nuevas oficinas de Criminalística, un bloque de edificios de consultorios médicos y el Regimiento Quito #1.

Los transeúntes transitan apresurados para no llegar tarde a sus destinos. En un muro que separa los carriles de la Avenida Mariana de Jesús y que conecta la avenida Occidental con la citada vía están dos placas, una con el nombre de Jacinto Cortez y otra de Froilán Jiménez.

Un niño de unos nueve años de edad hala el brazo de su mamá –que como todos camina apresurada- y apunta hacia la placa de Cortez: “ese es el soldado que murió por rescatar al presidente”, le dice.

No alcancé a escuchar, por el ruido de los vehículos que circulan por el sitio, lo que le respondió la mamá al chico, pero me hizo reflexionar –como lo hago cada vez que paso y veo cierta indiferencia de los transeúntes en dicho lugar- que el tiempo no siempre borra los recuerdos. Y que hay hechos que quedan latentes como heridas abiertas en la memoria.

Y pienso en esos hombres que murieron, efectivamente, en un operativo para rescatar al presidente Rafael Correa (elegido democráticamente en noviembre de 2006) que estuvo retenido por horas en uno de los pisos del Hospital de la Policía Nacional. Y pienso en sus familias, en sus madres, en sus esposas, en sus hijos, en sus amigos. Pienso en sus sueños, y en su patriotismo. Y como en un encadenamiento natural, pienso en el cinismo.

Sí. En el cinismo de quienes se empeñan en asegurar que el 30-S no pasó nada. Que la culpa es del presidente por –como es su estilo- enfrentar directamente los problemas, sin intermediarios. Que por qué se fue a meter en la boca del lobo, dicen. Que por qué ningún policía insubordinado hizo caso al llamado del presidente Correa de que le peguen un tiro (pero que no jueguen con la democracia). Que la culpa es del oficialismo por no socializar el contenido de la Ley de Servicio Público (que según la versión de la oposición amplificada por ciertos medios privados perjudicaba los bonos y beneficios de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas).

El cinismo de quienes a las 11:00 en pleno frenesí de violencia de policías que se sublevaron contra sus mandos superiores (y parecían obedecer órdenes que apuntaban al caos organizado) exigían la renuncia del presidente de la República.

El cinismo de quienes antes del mediodía ya exigían la amnistía para los involucrados en los sucesos de triste recordación que dejaron muertes inocentes y absurdas. El cinismo de un grupo de diputados y diputadas de oposición que se reunieron en un hotel de la zona turística de Quito y embriagados se presentaron a una rueda de prensa para apoyar el pedido de amnistía.

El cinismo de quienes preguntan una y otra vez ¿quién ordenó disparar? Como para desviar la atención de los verdaderos responsables de tanta estupidez disfrazada de reclamo salarial.

Sin embargo, el coronel Luis Castro, comandante de las Fuerzas Especiales, que participó en el operativo de liberación del presidente Correa, dijo a la Televisión Pública que fueron recibidos por francotiradores apostados en el hospital en el que se encontraba el gobernante y otros dignatarios del Estado.

Pienso en el cinismo de quienes rompiendo puertas irrumpieron en la Televisión Pública supuestamente para que se los escuche.

En el cinismo de quien, valiéndose de su (entonces) inmunidad parlamentaria se atrevió a presentar una denuncia penal donde aseguraba que el Jefe de Estado había salido del hospital de la Policía para trasladarse a un recinto cercano y que luego se había vuelto a meter a la casa de salud para fingir un secuestro.

El cinismo de un sujeto que, parapetado en su condición de (supuesto) periodista advirtió al Presidente que sería juzgado por cometer un delito de lesa humanidad (un informe de la Cruz Roja Internacional estableció que el 30-S no se registró ningún delito que cayera en esa figura).

El cinismo de quienes dicen que todo fue un show montado por el gobierno para victimizarse. Un informe de la Organización de las Naciones Unidas señala que los hechos registrados el 30-S significaron “una amenaza al orden constitucional y democrático”.

El cinismo de ciertos medios que ocultaron la movilización ciudadana que caminó desde el Palacio de Carondelet (en el centro de Quito, donde años atrás se echó a tres presidentes) hasta el hospital policial para rescatar y exigir la liberación del gobernante.

Fui testigo de varios hechos que hace que rechace el cinismo. Ví con mis propios ojos los impactos de fúsil en los vehículos que fueron parte del rescate del presidente Correa desde el Hospital, que junto al puente de la Mariana de Jesús y el edificio de Criminalística fue parte de los tres puntos de fuego activo desde donde se atacó vilmente a quienes pedían la liberación de Correa. 

La Comisión investigadora del 30-S determinó que desde los sitios citados arriba se produjo la mayor cantidad de volumen de fuego (de uno de estos puntos salieron los proyectiles que acabaron con la vida de Froilán Jiménez).

Fui el periodista que publicó los audios en los que en repetidas ocasiones se llamaba a matar a Correa "para que se acabe esto". Audios de la radiopatrulla policial en el que se exigía que "el man no sale vivo, que "maten a Correa y lo lleven a otro lado".
En uno de los pisos de este hospital estuvo retenido el presidente Rafael Correa el 30 de septiembre de 2010. 

La memoria es el mejor antídoto para el cinismo. Y vale no olvidar en estos días en que con otros pretextos (la supuesta desaparición del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas -ISSFA- y de la Policía -ISSPOL-) se quiere azuzar a los uniformados. Vale no olvidar en momentos en que un nefasto banquero, superministro de un nefasto gobierno, anda como loco en su intención de llegar a la Presidencia y nos advierte sobre una serie cucos (impuestos, falta de libertades, etc.). 

Vale no olvidar en momentos en que una organización política que lucró de la educación y que llevó al desastre a ese servicio público  pugna por retomar sus prebendas con oscuros fines. 

A cinco años de la revuelta policial del 30 de septiembre, la justicia ha sentenciado a 251 personas, de las cuales 179 han sido declaradas culpables y al resto se les ratificó la inocencia. Las investigaciones del Ministerio Público fueron extendidas en 19 de las 24 provincias ecuatorianas llegando a tramitar 74 casos. Entre ellos 41 aún están activos mientras que 11 están en indagación previa y tres en instrucción fiscal, según confirmó recientemente el fiscal Galo Chiriboga.

Actualmemente, la placa de Froilán Jiménez luce descolorida y solo es posible distinguir su rostro y su nombre. El de Jacinto Cortez, no tanto. La gente sigue pasando apurada quién sabe hacia qué destinos, Pero el niño que caminaba de la mano de su mamá una mañana soleada en Quito sí los recuerda. Yo también. No hay espacio para el cinismo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario