El mayor peligro o amenaza para
la libertad de prensa son los propios periodistas y no los poderes fácticos,
así lo manifiesta Darío Dávila, periodista y consultor mexicano. Dávila
dialogó vía telefónica con la agencia Andes sobre el rol de los periodistas de
América Latina a propósito del Día Mundial de la Libertad de Prensa que se
conmemoró el 3 de mayo.
El comunicador sostiene que los
grandes conglomerados mediáticos, que tratan a la información (bien público)
como una mercancía más, se han apropiado del concepto de la libertad de prensa
en beneficio de sus intereses, en parte por culpa de los propios periodistas.
En sus reflexiones sobre el
oficio, Dávila considera que la desinformación debería ser catalogada como una
disfunción social. También que es imposible en la actualidad hablar de libertad
de prensa sin la participación de los ciudadanos a quienes cree se les ha dado
la espalda. “No queremos escuchar porque estamos muy preocupados por ser
periodistas ‘importantes’, pero no por escuchar al ciudadano”.
Darío Dávila ha trabajado con los
periódicos mexicanos Diario de Juárez, Diario de Yucatán, Vanguardia, Noroeste,
El Mañana, Publimetro, Am de León y Crónica. Ha sido miembro del Centro de
Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara. Ha escrito para Reporte
Índigo, Emeequis, El Universal, Crónica, Revista Sole y Metro. Es colaborador
de Clases de Periodismo.
-
¿Qué es la libertad de prensa y cuál es su impacto en la ciudadanía?
- La libertad de prensa se podría
explicar de muchas maneras, sin embargo creo que la más clara tiene que
conectarse a lo que la gente necesita que le expliquemos los periodistas, a qué
fenómeno necesitamos que los periodistas les traduzcamos o bien le orientemos.
Pero también tiene que ver con la libertad para ejercer el periodismo al
interior de los propios medios. Cada vez que se habla de la libertad de prensa
se piensa en los periodistas, pero no se piensa necesariamente en lo que se
vive al interior de las redacciones. De pronto la gente ve noticias o lee que
los periodistas se están manifestando por una mayor libertad de prensa. Eso
significa que los periodistas quisieran tener más espacios para decir, contar,
narrar o simplemente gritar algo que está sucediendo socialmente.
La libertad de prensa tiene un
debate donde los ciudadanos tienen un papel importantísimo, ya los periodistas
no podemos envolver el pescado de la noticia solos. Tenemos grandes aliados que
son los ciudadanos, que ahora nos orientan para que esta receta la construyamos
juntos. Durante muchos años en esta tendencia periodística en muchas
redacciones mexicanas y latinoamericanas se ha enseñado a los periodistas a
envolver solo ellos el pescado. Me refiero a ser quienes dictan incluso reglas
de comportamiento social o dan clases de moral desde algunos medios. La
libertad de prensa no podrá entenderse sin la participación ciudadana, sin el
monitoreo y la conversación ciudadana.
-
Cuando mencionas que los periodistas ya no podemos envolver solos el pescado
¿es porque te has dado cuenta que le hemos dado la espalda a la ciudadanía?
- Hemos sido tácticamente
arrogantes, me parece que hemos utilizado a la ciudadanía cuando nos conviene.
Cuando nos conviene entonces sí necesitamos apoyo para que nos ayuden en un
conflicto que tengan los periodistas. Pero nuestros contenidos, si hablo de
medios latinoamericanos, no huelen a ciudadanos, huelen mucho a poder, huelen
mucho a edificios. Creo que muchas redacciones siguen siendo guardianes de
edificios, pero no guardianes de historias de las personas.
En este arte de envolver el
pescado, esta arrogancia táctica de la que te hablo ha colocado a muchos medios
en una situación donde muchos periodistas se ponen este traje de Supermán, del
que tiene la última palabra, del que supone los comportamientos sociales y
morales y dejando fuera, dando la espalda, a un sector ciudadano que desde
muchos sectores, desde muchos barrios, desde muchos simbolismos, nos está
gritando cosas que los periodistas no queremos escuchar. Y no queremos escuchar
porque estamos muy preocupados por ser periodistas “importantes”, pero no por
escuchar al ciudadano.
-
¿Pueden los conglomerados mediáticos, que en muchas ocasiones tratan a la
información como mercancía, apropiarse de este concepto de la libertad de
prensa?
- Yo creo que se han apropiado
desde hace muchos años, y me parece también que los periodistas hemos permitido
que estos conglomerados, estos gigantes mediáticos, sean los maestros o los
guías de a veces un rebaño desinformado por los propios medios. Desinformar
debería ser una disfunción social. Una manera de desinformar es pensar que todo
lo que sale de la boca de un funcionario es noticioso.
Una manera de
desinformar es publicar rumores en lugar de investigarlos, violando cualquier
premisa periodística. Pero también por otro lado, cada vez que volteamos a ver
a este hermano mayor, estos conglomerados, grupos de poder, que cada vez cobran
más fuerza en América Latina, dejamos de despertar desde adentro de los medios,
de entender cómo quiero hablar de libertad de prensa si no la tengo en mi
redacción, cómo quiero hablar de justicia o de las agresiones a los periodistas
si las mayores injusticias se viven con los salarios de los periodistas. Me
parece como que algo no está bien ahí, alguien no está siendo congruente.
La congruencia sería un elemento
principal para entender estos nuevos pactos de conversación con la audiencia.
No podemos seguir conversando como lo hemos hecho, no podemos seguir siendo los
dueños absolutos de una verdad, que además es la verdad en función de los
intereses de los patrones de los medios, no en función del ciudadano de a pie,
de aquel que te grita algo desde el barrio.
-
¿Cuál es el mayor peligro o amenaza para la libertad de prensa?
- Creo que son los propios
periodistas y no los poderes fácticos. Finalmente los propios periodistas
podemos echarle una pala más de tierra a la posibilidad de explicar los
conflictos cada que nos colocamos en esta situación de arrogancia, cada que
normalizamos que el poder se acueste con muchos periodistas y al siguiente día
queremos darle un beso al ciudadano.
Tiene que haber un matrimonio claro,
transparente, derecho, la infidelidad del periodismo con los lectores es
bárbara, es altísima y encima de eso los tratamos como si no fueran seres
pensantes. Yo he escuchado a muchos editores mexicanos y latinoamericanos decir
‘escribe como si escribieras para niños de primaria’. Eso de regatearle la
inteligencia al lector me parece una falta absoluta de respeto.
-
¿Cómo está la situación actualmente para el periodismo en México?
- Tal vez desde el exterior se
antoje que los periodistas mexicanos vivimos al acecho de la delincuencia. Me
imagino esta escena como si los capos mexicanos tuvieran sobre su escritorio
una baraja donde escogen a qué periodista van a asesinar, y me parece que esto
es como colocarle muchos violines de fondo a la situación. Me refiero a de
verdad entender el contexto y el drama que está ocurriendo en estas agresiones.
No son recientes, no son agresiones del último sexenio, me parece que el
periodismo mexicano lleva años siendo agredido a través de presiones en el
otorgamiento de publicidad oficial, a través de intimidaciones por pedir la
cabeza de un periodista incómodo y, por supuesto, también a través de
corrupción periodística.
Aquí hay un fenómeno que cada día
va más en aumento, que tiene que ver con periodistas corrompidos y comprados,
no solo por el poder sino también por el narcopoder. Imagínate tener al enemigo
en casa, donde tal vez uno de tus colegas sea informante del
narcotráfico. Es demasiado riesgoso. Por eso hablo no únicamente que hacer
periodismo en México es una situación de riesgo, el riesgo más fuerte es no
tener la capacidad de entender realmente el contexto de dónde está parado el
periodismo mexicano. O si está siendo capaz de explicar el fenómeno que está
padeciendo el país, si está a la altura de esos fenómenos.
Yo espero que en
algunos años nuestros hijos no se pregunten dónde estaban los periodistas
mexicanos cuando más los necesitábamos. Tal vez estaban muy ocupados en ser
demasiado importante y poco ocupados en hacer un periodismo que explicara, que
orientara, que guiara y también que alumbrara zonas de esperanza.