viernes, 22 de noviembre de 2013

Cómo sobrevivir un mes sin celular y no morir en el intento


Los teléfonos celulares se han convertido prácticamente en un implemento casi imprescindible para la gente. ¿Puedes concebir salir de tu casa sin el teléfono móvil? No, ¿cierto? El punto de incidencia de este aparato es tal que ya la ciencia cataloga como nomofobia al miedo irracional a salir de casa sin el móvil. Otra patología de estos tiempos es la hiperconectividad, que es la necesidad de pasar todo el día conectado, pues el teléfono, además de cumplir la función primaria que es recibir y hacer llamadas tiene otra infinidad de funciones entre las que están el whats app, el messenger, vídeos, música, correos electrónicos, hacer fotos y videos, el facebook y así ad infinitum...
¿De qué va toda esta intro? Hace unos días una compañera de trabajo y buena amiga perdió su móvil. Hasta hoy (y ha pasado más de un mes) no sabe cómo se le extravió, si se lo chorearon, si se le cayó en una alcantarilla o en el excusado. Como mi amiga estaba chira y aún le faltaba de descontar tres cuotas del celular de última tecnología que se le perdió, por lo que vivió unas cuantas semanas sin el artilugio le pedí que cuente su experiencia de vivir desconectada, es el texto que va a continuación.
(Sobre) Viví un mes sin celular
Evitar momentos incómodos no es tan fácil sin el teléfono celular en la mano. Era lo primero que me ayudaba a soportar la perturbadora sensación de esperar en un ascensor o caminar sola por algún lugar abarrotado de desconocidos. Y qué decir de las largas filas o en algún sitio público a la espera de alguien.
Empecé a buscar nuevas formas de distraerme y disimular mi soledad. Leía las etiquetas de los frascos, me tomaba todo el tiempo necesario para lavarme las manos en el baño, me imaginaba las conversaciones de las personas alrededor, escribía garabatos en algún papel.
No recuerdo cómo era mi vida sin el teléfono celular, cómo programábamos las citas, cómo solucionábamos problemas, cómo avisábamos que íbamos a llegar tarde. Pero en esta primera semana he aprendido a soportar la ausencia de mi Samsung S3, que desapareció misteriosamente la tarde de un lunes mientras regresaba a casa.
Tal era mi adicción al celular que creo que aquel día lo dejé en el baño. Sí, iba al baño con el teléfono en la mano. Lo tenía apenas 3 meses. No he terminado de pagarlo. Lo compré porque hace tres meses me asaltaron y me arrebataron mi Samsung S2 y, por presumida, inmediatamente me compré un modelo mejor, alegando que me ayudaría en las cuestiones laborales. Pero solo era por justificar mi gasto, a la final solo lo utilizaba para chatear y revisar las redes sociales. ¿Para qué un teléfono inteligente si no iba a aprovecharlo? Ni si quiera conocí los beneficios del rastreo satelital, no puse la información en la nube, perdí absolutamente todo.
Pero bueno, el tema ahora es que en esta primera semana he aprendido a soportar la ausencia del celular. Es más, puedo asegurar que me siento algo libre cuando camino por la calle o voy a algún lado. La paranoia de que me roben o se me pierda ha desaparecido y eso me ha ayudado a estar más tranquila. ¿Qué lo extraño? Claro que lo extraño. Parece que inmediatamente dejé de tener amigos y vida social. No sé nada de nadie.
Con el paso de los días ya empezó a afectarme. Definitivamente no puedo estar desconectada, sobre todo en momentos de emergencias. Salí de casa tarde porque no tenía una alarma que me despierte, no sabía que hora era, mi reloj-alarma era mi teléfono. ¿Cómo avisar en el trabajo que iba a llegar tarde? Intenté llamar al teléfono de la oficina, ni si quiera me acordaba cómo marcar, tomé el teléfono inalámbrico de mi casa, me quedé frente a las grandes teclas un par de minutos. No me sabía el número. Lo tenía en mis contactos del celular, igual que los más de 300 números que guardé por cuestiones laborales. Nunca los pasé a ninguna agenda, ni nada. Perdí todo. Y en el mundo periodístico no tener contactos es como para un tenista no tener raqueta.
Dos semanas después llegó la idea de comprar uno nuevo, pero aún no terminaba de pagar el anterior. Vaya dilema.
Estudios indican que una persona tarda 21 días en adquirir o dejar un hábito. Yo empezaba a acostumbrarme a vivir sin celular. Regresé a la época de “nos vemos a las 5pm” y es “nos vemos a las 5pm”, no hay otra opción. El teléfono fijo de mi casa volvió a tener uso. Me di cuenta que las cuentas ya no son tan altas como antes, esta vez ya no tuve que escuchar los gritos de mis papás preguntando quién había hecho una llamada a celular. Pero no soportaba el hecho de tener que hablar por teléfono convencional: las orejas recalentadas, nunca encontrar una posición cómoda, perderse los programas de televisión. ¡Qué manera de extrañar los mensajes del Whatsapp! Con ellos solucionabas todo en un par de líneas. Necesitaba un celular urgente. Pero NO, no me iba a volver a comprar uno nunca más en mi vida. Decía.
No sé cómo me localizaron los de Movistar, pero me encontraron. Intentaron convencerme de mantener mi cuenta, mi línea, mi plan. No, gracias, no quiero nada. ¿Por qué no quería un plan de celular? Pues porque NO TENGO CELULAR.
Basta no tener ese aparato para darse cuenta lo estúpido que uno se ve pegado al teléfono todo el día. Es desesperante conversar con alguien que esté mirando su pantalla todo el tiempo. La habilidad de escribir mensajes, responder mails, revisar Twitter y Facebook mientras se desarrolla una conversación es realmente desagradable. Claro, no me había dado cuenta porque yo también pasaba pegada al celular sin notar que es una falta de respeto para la persona que está hablando. Mientras mi amiga chequeaba todas sus redes sociales yo seguía conversando con ella… o sola… apenas regresaba a verme y asentía con la cabeza. Ni si quiera me estaba escuchando.
Llegué a la conclusión que si me compro un nuevo teléfono nunca lo voy a sacar de mi cartera en una reunión de amigos, cenas, nada. Alguna lección me quedó.
Pasó un mes. No aguanté más. Me llegó a la oficina el chip con mi mismo número, aún no tenía dónde colocarlo. Inmediatamente ingresé a una página web para comprar un celular nuevo, ya no soportaba más. El dilema de volver al mundo de los robots, que el celular maneje mi vida, apareció. Pero esta vez no pude irme contra el mundo. Saluden a mi nuevo Samsung S3mini.

miércoles, 9 de octubre de 2013

La Sociedad Interamericana de Prensa añora los buenos tiempos de las dictaduras de derecha

Un viejo y conocido dicho jurídico señala: "A confesión de parte, relevo de prueba". La frase encaja perfectamente con las recientes declaraciones de un pájaro de alto vuelo de la inefable Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Al sujeto de marras, Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de la Libertad de Prensa del cartel de propietarios de periódicos y revistas, parece haberle traicionado el subconsciente y acaba de declarar que en las épocas de la dictaduras de derecha (apoyadas ¡oh coincidencia, por la misma potencia que apoya a la SIP!) eran mejores tiempos para estos gremios.

Comparto el artículo que escribí el martes para la agencia Andes: 

Claudio Paolillo, presidente de la Comisión de la Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), ha manifestado este martes que la situación para los medios de comunicación en la época de las dictaduras de derecha era “más clara” que en la actualidad.

En una entrevista con diario El Comercio de Lima (publicada este martes), Paolillo comparó a los gobiernos progresistas de América Latina con 'un cáncer bolivariano que se expande como metástasis’.

Consultado respecto a las propuestas de algunos gobiernos de izquierda para regular a la prensa a través de leyes, el directivo opinó que es posible alcanzar los valores en la prensa sin la necesidad de normativas y expuso que, a diferencia de la época de las dictaduras de derecha, en la actualidad es difícil combatir ese tipo de iniciativas.

“Lo que pasa es que la dificultad para combatir estas iniciativas es mucho mayor que con las antiguas dictaduras militares de derecha. Esas simplemente cerraban el diario, mataban al dueño, proscribían o mandaban al exilio al periodista, era todo mucho más claro”, comentó Paolillo a diario El Comercio. 

A criterio del directivo de la SIP, antes, las dictaduras militares trataban de restringir la libertad de expresión o simplemente la suprimían, ahora, esto lo están haciendo los gobiernos electos democráticamente.  

Paolillo considera que los gobiernos de izquierda, entre los que citó a Ecuador, proponen leyes con la etiqueta de valores como salvaguardar el honor de las personas, promover la igualdad, proteger la salud mental de los niños, promover la verdad, equilibrio informativo, etcétera.

Pero cree que el problema es que en nombre de esas palabras se limita la libertad de expresión. Y cuestiona que la protección de todos esos valores está a cargo de “burócratas que responden directamente al líder y que nos dicen qué podemos leer y qué no, qué podemos ver y escuchar y qué cosas no”.

“Ellos piensan por nosotros, en definitiva, nos censuran. El caso más explosivo, más tremendo, es Ecuador, donde todos los días hay noticias muy negativas para la libertad de expresión. Allí, estas cosas se están aplicando de una manera peor incluso que en Venezuela”, manifestó.

La SIP es la asociación de propietarios, editores y directores de periódicos y agencias informativas de América. La organización, que representa a más de 1.300 periódicos, fue fundada en 1943 en La Habana.
Juan Alberto Bozza, profesor de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), sostiene que la SIP fue una trinchera anticomunista en la década del setenta y que estuvo aliada a gobiernos norteamericanos. 
Agustín Edwards, dueño del diario El Mercurio al que se lo vincula como cómplice de los abusos de la dictadura de Augusto Pinochet, integra actualmente el Consejo Consultivo de la SIP.


En 2009, la SIP fue objeto de críticas por hacerse de la vista gorda ante el asesinato de 23 periodistas en el régimen de facto de Roberto Micheletti en Honduras.

lunes, 30 de septiembre de 2013

El día que amaneció de golpe en Ecuador

Artículo publicado por la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), en octubre de 2010, pocos días después de los tristes hechos del 30-S

Por Raúl Cazal

En tiempos pasados, los “ruidos de sables” —como llamaban al “descontento” en los cuarteles militares— se preparaban y cumplían con sigilo. En tiempos de ahora, los golpes de Estado vienen acompañados de ruidos mediáticos y, sin embargo, agarran desprevenido a más de uno. Como al presidente ecuatoriano Rafael Correa, que el 30 de septiembre se presentó en el cuartel del Regimiento Quito No. 1 de la Policía Nacional para dialogar con los miembros de esa institución sobre la desinformación y manipulación a la que fueron sometidos, mediante panfletos que circularon en días previos, sobre la supuesta eliminación de beneficios que establecía la nueva Ley de Servicio Público.

“Me desayuné con la noticia en la televisión”, relata Andrés Reliche, periodista de política de la agencia estatal Andes. Eran las 8:00 de la mañana cuando se fue a su puesto de trabajo. Pensaba que iba a cubrir las actividades del Presidente, pero su compañera Jacqueline Burbano llegó primero a las instalaciones de la agencia y se fue en tacones al Cuartel de la Policía.

Una hora antes, la directora de Radio Nacional de Ecuador, Giovanna Tassi, se aprestaba a comenzar su programa “Cabina pública”, cuando vio en la televisión “a los chapas (los policías), que estaban medio agitados”.

“Como lo estaba cubriendo Teleamazonas, que es un canal tan escandoloso, no es que no le di importancia, sino que me dije ‘veamos qué pasa’. Hice mi programa y seguían los milicos. Después me dicen que el Presidente va para allá”, rememora Tassi con una sonrisa y mirada vivaz. Y allí ya no tuvo dudas: “Esta jornada durará lo que tenga que durar, pero de aquí no nos movemos.” Y regresó a la cabina para cambiar la programación.

Su jornada duró 14 horas de transmisión ininterrumpidas, sin cortinas, sin cortes comerciales, acompañada de Carlos Flores, jefe de Noticias a nivel nacional, y de Javier Lazo, una de las voces de la radio y televisión pública.

“Esto nos agarró de improviso”, reflexiona Alex Mora, director de Noticias del canal público Ecuador TV, para señalar las dificultades técnicas que confrontaron.
“Poner una microondas en el lugar donde estaba el Presidente nos tomó casi una hora y media. Pero había canales que ya estaban ahí, que tenían puntos de transmisión desde muy temprano en el Regimiento Quito No. 1, y sabían lo que iba a suceder”, detalla Mora.

—¿Qué canales eran?

—Teleamazonas y Canal Uno. Cuando te enteras de algo, creas todo un operativo para tratar de generar transmisiones. Y cuando te enteras de que otros canales estuvieron desde muy temprano, incluso desde la noche anterior, con puntos de transmisión en vivo, es porque ya todo estaba preparado.

—¿En dónde tenían colocados los puntos de transmisión esos canales?

—Tenían sus equipos dentro del Regimiento. Nosotros nunca pudimos ingresar los equipos. Transmitimos desde afuera.

El guión del golpe

Los medios de comunicación privados, sin dejar de lado su programación, informaron del supuesto “descontento” de la Policía Nacional, pero en ningún momento anunciaron que se trataba de un golpe de Estado, a pesar de que los regimientos policiales de todo el país se sublevaron a la misma hora y las carreteras y puentes principales fueron bloqueados. Tampoco lo hicieron cuando la Fuerza Aérea Ecuatoriana (FAE) tomó el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de Quito y la guardia de seguridad de la Asamblea hizo lo mismo con el parlamento, a donde sólo permitía entrar a los asambleístas de los partidos de oposición, que a su vez arengaban en la calle, desde camionetas de la policía, para que el pueblo se alzara en contra del Gobierno.

“Me atrevería a decir que esta es una guerra de baja intensidad, que tiene picos para mantener la zozobra y el desorden. Esto, por qué no, pudo haber sido un globo de ensayo, para ver dónde hubo las fallas y mejorarlas”, plantea Tassi con el respaldo que le dan sus años de experiencia como periodista. Y sospecha de la oposición, porque no olvida que “está dirigida por ex militares, expertos en inteligencia militar y guerra psicológica”.

Correa intentó entrar al cuartel, pero le fue impedido el paso por un aluvión de empujones y gritos insultantes de los policías. Al fotógrafo que acompañaba al Presidente lo golpearon y le arrebataron la cámara, que luego echaron al centro de unos cauchos que incendiaron en la entrada del Regimiento.

Con sus ánimos ya caldeados, los uniformados pretendieron ir contra los periodistas y camarógrafos de Teleamazonas, que sólo salvaron su integridad y sus equipos “cuando gritaron que no los agredieran, porque ellos estaban ahí para defender y apoyar a la Policía”, comentan los reporteros de Ecuador TV.
Minutos más tarde, Correa regresó al Cuartel y logró entrar al edificio acompañado de su guardia de seguridad y del ministro del Interior, Gustavo Jalkh. Desde el primer piso intentó vanamente dar a conocer los beneficios de la nueva ley y convencer a los uniformados, que constantemente gritaban: “¡Viva Lucio!”, “¡Fuera los cubanos!”, “¡Fuera Chávez!”.

Fue entonces que se escuchó el gríto: “¡Mátenlo!”, “¡Maten al Presidente!”. Todavía frente a las cámaras, Correa hizo una pausa en su discurso, como quien no cree lo que está escuchando, y los retó mientras se desataba la corbata: “Señores, si quieren matar al Presidente, ¡aquí está! ¡Mátenlo si tienen valor! En vez de estar en la muchedumbre cobardemente escondidos. Pero seguiremos con un sola política de justicia y de dignidad”, fueron algunas de sus últimas frases televisadas.

Al momento de retirarse del cuartel, Correa fue rodeado por policías que continuaron con los insultos e intentaron quebrarle su rodilla derecha, recién operada. También le dispararon bombas lacrimógenas a la cabeza. Con crisis de asfixia, fue llevado al Hospital más cercano: el de la Policía, en donde permaneció secuestrado por más de nueve horas.

Tassi recuerda la conversación telefónica que sostuvo con el mandatario desde la cabina de Radio Nacional, retransmitida inmediatamente por Ecuador TV y Telesur, cuando el Presidente le dijo: “Están bajando del techo para venirme a ver”.

—Eso era un mensaje a García. Y por eso lo volvió a repetir: “Giovanna, insisto, están bajando del techo para venirme a ver”. En ese momento dije: “Hay que ir al hospital, hay que proteger la democracia, vamos al hospital…”. No fui demasiado fría en esos momentos, pero nunca insté a un enfrentamiento de hermanos contra hermanos. Dije: “En este momento el corazón del Ecuador está en el tercer piso del Hospital de la Policía, y allá hay que ir”.

—Los periódicos El Comercio y El Universo aseguran que si no fuera por los medios privados, no se hubiera conocido la verdad.

—¿Pero qué verdad? Nosotros estábamos ahí. Es exactamente la misma. Los policías disparando al túnel de hombres, gases lacrimógenos y balas. La verdad es esa. El Presidente estaba prisionero, hubo un intento de golpe de Estado. Y sinceramente tengo mis puntos de interrogación sobre el rol de las Fuerzas Armadas, a pesar de que finalmente, en voz baja, dijeron en la rueda de prensa: “Apoyamos al orden constituido”. Pero así, en voz muy baja. Y dije ante los micrófonos que eso me recuerda a Abdalá Bucarám, cuando las FFAA se mantuvieron a un lado, viendo qué pasaba, para al final entrar en el escenario y decir: “A ver, niños, ahora les enseñaremos cómo hay que ordenar al país y cómo funciona la democracia”. E inmediatamente recuerda Tassi el nombre del general Paco Moncayo, quien estuvo a la cabeza del golpe de Estado de 1996, y que actualmente es asambleísta.

Rescate del Presidente

“La Plaza Independencia estaba llena de personas que espontáneamente habían llegado a apoyar al Presidente”, recuerda Reliche mientras no recibe en la oficina de la agencia de noticias Andes, y menciona como destacable la presencia del canciller Ricardo Patiño, que tomó la decisión de comandar a un grupo de ciudadanos que lo acompañaron a pie hasta el Hospital de la Policía.

Quito es una ciudad de lomas, de subidas y bajadas, además de tener las cuatro estaciones en un mismo día. Al mediodía sube la temperatura y ya es verano. “Unas 800 personas subieron las lomas hasta llegar a la casa de salud donde el Presidente estaba secuestrado”, relata el periodista de política de Andes, y comenta que “en el trayecto se les sumaban más personas, mientras los vecinos, de manera espontánea, iban proveyendo de agua o de un guineo (banano) a los que participaban en la movilización, para que tomaran fuerzas. Esta espontaneidad del pueblo nunca la difundieron los medios privados”.

“No dejaban pasar a los simpatizantes del Presidente que querían rescatarlo”, confesó Víctor Orozco, quien desde hace 25 años tiene un puesto de venta de bebidas y frutas (quincalla) frente al hospital y presenció cómo a quienes avanzaban hacia allá “los repelían con bombas lacrimógenas”.

En esta movilización espontánea hacia el hospital, a primeras horas de la tarde, perdió la vida el estudiante universitario Juan Pablo Bolaños, de 24 años de edad, quien recibió dos tiros de bala: uno en la cabeza y otro en la pierna.

Rafael Correa logró salvar su vida luego de ser rescatado por militares de la Fuerzas Armadas, en combinación con el Grupo de Operaciones Especiales (GOE) y el Grupo de Intervención y Rescate (GIR), ambos de la Policía Nacional, que se mantuvieron leales al Gobierno.

“A mi me quisieron matar. Ustedes saben que yo no dramatizo”, dijo Correa cuando retomó el Enlace Ciudadano No. 190, el sábado siguiente al intento de golpe de Estado, y recordó las amenazas que recibieron —vía telefónica— su esposa y las de sus ministros Patiño y Jalkh. “Hoy día leía la declaración de un infame médico del hospital policial que decía que soy un mentiroso, que nunca estuve secuestrado y que siempre pude salir cuando quisiera”. Sólo que para salir, continuó Correa con ironía, “se necesitaron 600 hombres de las fuerzas especiales, decenas de heridos y cuatro muertos”.

El automóvil utilizado para el rescate del Presidente —que no era blindado— recibió cinco balazos, de un total de 17 que impactaron en los tres autos usados para la liberación.

Medios ecuatorianos y agencias de noticias internacionales se hicieron eco de un correo electrónico emitido por el médico general Gilberto Calle, y de declaraciones del bioquímico farmacéutico Fernando Vargas, ambos del Hospital Quito No. 1, que desmentían que el Presidente hubiera sido secuestrado.

Tanto Calle como Vargas declararon posteriormente a los medios públicos que no estuvieron presentes en el hospital ese día. Quizá sea por ello que en la declaración electrónica no dan cuenta de los más de 200 policías que rodeaban el centro hospitalario, que requisaban los vehículos que de allí salían y que por las radios de sus patrullas llamaban a matar al Presidente; como tampoco de los francotiradores apostados en la azotea de la Morgue de la Policía (ubicada al frente) y de los impactos de bala que recibió el sanatorio, tanto en la planta baja como en el tercer piso, en donde se encontraba Correa.

El grupo élite que participó en la liberación del Presidente recibió instrucciones precisas para rescatarlo con vida: “No disparamos. Si nos disparan, ¡qué pena!”, dijo uno de los comandantes a sus soldados antes la operación.

En el rescate murió el cabo primero Froilán Jiménez, del GOE; mientras que el soldado del Ejército Jairo Panchi Ortiz recibió un disparo que le perforó el pulmón, por no portar el chaleco antibalas. Momentos antes se había desprendido de éste para entregárselo al presidente Correa.

En el lugar donde cayó el soldado Jiménez los ciudadanos decidieron rendirle homenaje dejando ofrendas florales y velas. Un policía Nacional, de los pocos que se veían por las calles de Quito después del intento de golpe de Estado, sensiblemente afectado por sus compañeros muertos, lamentó lo ocurrido.

“Yo no participé porque estaba en mi unidad en Las Shyris (norte de Quito, cerca del aeropuerto). Allí no nos dejaron salir, nos encerraron”, dijo el policía, que prefirió no identificarse y sólo aportó que lleva 11 años en la Policía Nacional y detenta el rango de cabo primero. También dijo desconocer el contenido de la Ley de Servicio Público y que lo poco que sabía era a través de unos “pasquines que decían que se eliminaban las condecoraciones y bonificaciones”. El panfleto le fue “entregado el día anterior (a la sublevación) en las cercanías del Regimiento Quito No. 1”.

“Ya sabemos que esto no fue una reivindicación por pérdidas de beneficios, que, si así hubiera ocurrido, no era esa la forma de reclamar”, reiteró Correa en el Enlace Ciudadano número 190, al lamentar las muertes de soldados y civiles durante la sublevación y en su rescate.
La Policía Nacional cuenta con 42.000 efectivos. Desde que en 2008 el Gobierno hizo una homologación de sueldos en esa institución, el funcionario de menor rango tiene un ingreso mensual de US$ 792 después, mientras que en 2006 ganaba US$ 355. La cesta básica en Ecuador tiene un costo de US$ 280 y el salario digno (mínimo) es de US$ 332.

La prensa miente

El mismo jueves 30 de septiembre a primeras horas de la tarde, en cumplimiento del estado de excepción promulgado por el Gobierno, los militares se apostaron en todas las instalaciones públicas. La Plaza Grande o Independencia estuvo resguardada por un contingente del Ejército, pero era muy sencillo llegar hasta el Palacio de Carondelet, lugar donde despacha el Presidente de Ecuador. Bastaba con mostrar un carnet de prensa para que los soldados te abrieran paso.

Dos días después del intento de golpe de Estado, el Ejército mantenía la misma cantidad de efectivos en la plaza, sólo que esta vez un tumulto de gente estaba ante la puerta lateral de Carondelet. Al principio había una fila más o menos ordenada, hasta que empezaron a entrar las personas acreditadas para participar en el 
Enlace Ciudadano.

Un oficial llamaba por apellido y nombre —en ese orden— a quienes habían quedado rezagados para entrar, mientras otros tantos se agolpaban en la cerca y vanamente intentaban ingresar al Palacio para demostrar, en persona, su apoyo o cariño a Correa.

Como enviado especial de AVN, intenté tomar fotos en medio del tumulto. Eso hacía cuando un militar vestido de campaña, con casco y armamento a cuestas, me llamó a traspasar la barrera de soldados. Pensé que me requisaría la cámara, porque me pidió que me pusiera a un costado, contra una pared, pero lo que hizo fue preguntarme amablemente sobre detalles técnicos de la cámara digital.

La charla fotográfica hizo que pasara el tiempo mientras esperábamos mencionaran nuestros apellidos y nombres. Supuestamente, un funcionario de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia nos buscaría en la entrada, pero nadie vino a nuestro encuentro. Para poder entrar a Palacio tuvimos que aplicar el método que vimos antes ejercer a otros: gritar “Prensa”, mostrar el carnet, y abrirnos paso entre las personas que, con empujones, intentaban burlar el cerco de la seguridad militar.

—La prensa miente —gritó una señora al ver que el encargado de seguridad nos permitía entrar. Repitió un par de veces la misma frase, en busca de apoyo en su entorno.

—Somos de Venezuela —le dije y ella, con una sonrisa, aprobó nuestro ingreso.

No fue casual su grito. En agosto de 2010 aparece publicado en internet el estudio “La relación entre el tratamiento mediático corporativo de la contra violencia política y su desligitimación social”, realizado en Ecuador por Ana V. Sánchez para la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso (organismo internacional creado en 1956 por la Unesco), en donde explica “cómo se puede despolitizar y banalizar un acto político mediante su mediatización y manipulación discursiva”.

Sánchez sostiene que la fabricación de las noticias está en correspondencia con los “intereses estratégicos de los poderes políticos y económicos que poseen o controlan los medios de comunicación”.
Esos medios, en Ecuador, están concentrados en ocho grupos económicos pertenecientes a igual número de familias, destaca una investigación de Guillermo Navarro Jiménez, que forma parte de su libro Los poderes fácticos (2006). Cada uno de estos grupos económicos o familiares posee, por lo menos, una televisora, radios, periódicos y revistas, y siete de ellas están relacionadas entre sí a través de la participación accionaria en sus empresas de comunicación, además de pertenecer a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

El Grupo Pérez controla el diario El Universo y las televisoras Ecuavisa y Univisa. Los diarios Expreso y Extra, así como la Radio Punto Rojo FM, pertenecen al Grupo Martínez, que junto con el Grupo Pérez también es accionista de Vanguardia, revista que se imprime en Minotauro, imprenta delGrupo Vivanco, que controla el diario La Hora y la radiodifusora Planeta FM Stereo. El Grupo Mantilla Mosquera posee el diario El Comercio, el vespertino Últimas Noticias, el Sistema Ecuadoradio y Radio Platinum, mientras que el control del canal Telenacional lo comparte con el Grupo Alvarado, que también participa en Univisa, pero cuyo ámbito de acción, aparentemente, está en las revistas impresas, entre ellas Vistazo y América Economía Ecuador. El Grupo Egas controla Teleamazonas y posee participaciones minoritarias en el diario El Comercio y en Edimpres, del Grupo Mantilla Mosquera. Esta última empresa también es compartida con elGrupo Mantilla Anderson, que además de manejar el diario Hoy, domina Radio Hoy y TVHoy, entre otras empresas de servicios satelitales y de información digital.

El más polémico de estos casos oligopólicos es el del Grupo Egas, cuyos activos principales se encuentran en el campo de la banca. La Constitución Nacional, refrendada por el soberano en 2008, estableció un plazo para disolver toda asociación entre la comunicación social y las finanzas. Así, dice en su artículo 312 que las “entidades o grupos financieros no podrán poseer participaciones permanentes, totales o parciales, en empresas ajenas a la actividad financiera” y expresamente “prohíbe la participación en el control del capital, la inversión o el patrimonio de los medios de comunicación social, a entidades o grupos financieros, sus representantes legales, miembros de su directorio y accionistas”.

“Es un golpe histórico a los poderes fácticos de este país, así que cuidado que van a intentar que no lleguemos hasta octubre, porque en octubre los bancos, que eran dueños de este país y de medio mundo, van a tener que vender todas sus empresas no financieras o, viceversa, van a tener que vender el banco”, señaló el presidente Correa a principios de julio de 2010.

El banquero Fidel Egas debía vender las acciones de Teleamazonas antes del 20 de octubre, y supuestamente transfirió sus valores a un fideicomiso en el que participan un grupo de amigos y conocidos del financista, además de un consorcio español y otro peruano.

“Me gustaba el poder de influencia que uno podía tener para cambiar la sociedad. A todos nos gusta que las cosas funcionen más o menos a nuestra forma de ver y ese fue un camino. Ahora lo dejo sin que, por supuesto, haya alcanzado ni lo más mínimo de lo que era mi sueño”, declaró a El Universo, una semana después de que se perpetrara la intentona golpista.

La investigadora Sánchez sostiene que entre los medios privados de Ecuador existe un consenso periodístico, debido a la fuerte relación familiar de los factores de poder económicos, que tiene como fundamento “la mantención del status quo y de un sistema de poder conveniente a sus intereses de clase”.
Cuando llegó Rafael Correa a la Presidencia, en 2006, Ecuador no contaba con un medio estatal audiovisual. Hace apenas tres años apareció la televisora pública Ecuador TV y su primera transmisión fue con la instalación de la Asamblea Constituyente, el 29 de noviembre de 2007.

Un año después inició transmisiones la Radio Nacional, primero con frecuencias en Quito y Guayaquil, y luego en Cuenca y Manta. Sus instalaciones en la capital ecuatoriana las comparte con la recién creada agencia estatal Andes y los periódicos —también estatales— El Telégrafo yPP.

Las televisoras Gama TV, TC Televisión y Cable Visión fueron incautadas el 8 de julio de 2008, por la Agencia de Garantía de Depósitos de Ecuador (AGD), a los hermanos William y Roberto Isaías, que adeudaban US$600 millones al Estado tras recibir esa cantidad de dinero cuando eran accionistas de Filanbanco, durante la crisis financiera de 1998 y 1999.

Una cadena de información

A partir de las dos de la tarde del día 30, los medios audiovisuales privados se enlazaron con la señal del canal público Ecuador TV, por disposición del Gobierno Nacional. La medida fue catalogada por la oposición mediática como un “apagón informativo”, para generar la matriz de opinión del golpe de Estado.
“La actuación de la televisión pública, en esta crisis, demostró que estuvo ahí para preservar uno de sus valores esenciales, expresados en nuestra guía editorial, en la cual tenemos como misión defender el Estado de derecho”, explica Enrique Arosemena, presidente de Ecuador TV. Arosemena diferencia el papel de la televisión pública en tiempos de paz, cuando promueve espacios plurales “para esas voces que normalmente no se escuchan en la televisión privada”, además de impulsar las políticas públicas.

María Isabel Cevallos, conductora del espacio “Lo Público” en Ecuador TV, donde participa la ciudadanía a través de cartas y llamadas telefónicas, acompañó ese día a Alex Mora en el set de noticias, para llevar las informaciones que minuto a minuto se estaban generando en Ecuador.

“Que se diga ahora que estábamos haciendo proselitismo, siguiendo un guión, es una infamia absoluta”, afirma con indignación Cevallos, y rememora que cerca de las siete de la noche, una turba irrumpió en el canal Ecuador TV y generó destrozos en sus instalaciones y equipos, además de agresiones al personal.
A Cevallos le entristece que los medios privados den voz calificada a personas que para ella “no representan a nadie”, y toma por caso al diarioEl Universo, que publica el sábado 2 de octubre, en una página, una entrevista “con una chica, integrante de las 50 o máximo 70 personas que irrumpieron en el canal público y que, a pesar de no representar a nadie, a esta chica se le da amplia cobertura, como si hubiera sido la heroína de la jornada”.

“La chica de El Universo” a que hace referencia la periodista de “Lo Público”, es María Alejandra Cevallos Cordero, estudiante del cuarto año de Derecho de la Universidad de Los Hemisferios, a quien la turba hizo posible que se expresara a través de Ecuador TV mientras se realizaba la cadena nacional. El rector de esa universidad privada, Alejandro Ribadeneira, se ha opuesto a la nueva Ley de Educación Superior porque supuestamente es “pisoteada con el veto (presidencial)”. Ante los medios de comunicación declaró: “Es una humillación de los asambleístas que se agachan ante el poder del Presidente y dejan que todo pase por el ministerio de la ley, es una actitud vergonzosa. Aquí el único legislador se llama Rafael Correa, los asambleístas de PAIS (partido de la Revolución Ciudadana) son alzamanos”. Dos días antes de la sublevación policial, miembros de esa y otras casas de estudios privadas lanzaron huevos al Palacio de Carondelet en protesta por la Ley.

Sin dejar de lado su indignación, María Isabel Cevallos continúa con la reflexión: “¿Por qué desconocen, en cambio, a los miles de ciudadanos que estuvieron en la Plaza Grande o a las afueras del Hospital de la Policía, que se jugaron la vida, que se enfrentaron desarmados a los policías que disparaban a mansalva, que lo único que exhibían era el amor por la justicia y por la democracia? ¿Por qué El Universo da una página a una persona que no representa a nadie, pero que, sin embargo, parecería caer en el juego de la oposición de que era “el momento”? Porque me acuerdo claramente las palabras que dijo ella (Cevallos Cordero): ‘Creemos que este es el momento oportuno para pedir que Correa se vaya’. Esas palabras a mí me aterraron”.

Los medios invisibilizaron el golpe de Estado, el secuestro e intento de magnicidio del presidente Correa, así como la agresión a los medios públicos. La Unión Nacional de Periodistas (UNP, el equivalente al Colegio Nacional de Periodistas en Venezuela) se solidarizó con todos los periodistas de los medios privados y condenó el “apagón informativo” de la cadena nacional.

“Nunca se solidarizaron con los comunicadores y técnicos de Ecuador TV. ¡Jamás!”, dice con voz firme la periodista Cevallos. “La UNP solamente habla con su discurso político para defender el status quo”.

—¿Los medios privados de comunicación juegan el papel de partidos de oposición?

—No me cabe la menor duda de que pueden estarle haciendo el juego al poder con todos estos manejos mediáticos. Existe una práctica afianzada en los comunicadores sociales: no hay análisis, sino reproducción de un discurso impuesto por quienes son propietarios de medios. A partir de ese discurso, no hay oportunidad para que los ciudadanos podamos decir lo que creemos, sino que nos imponen lo que debemos pensar. Y al invisibilizar sucesos como el ataque a la televisión pública, a la cantidad de actores sociales tan diversos que estuvieron en respaldo a Correa en el hospital, gentes con sillas de ruedas, niños, personas de la tercera edad, mujeres que se sentían beneficiadas por distintos programas del Gobierno, invisibilizarlos es un castigo y un crimen que no entiendo cómo nadie puede criticar y deplorar.

A las ocho de la noche, cuando estaban por rescatar al presidente Correa, Arosemena llamó desde las instalaciones de Ecuador TV a los directivos de Ecuavisa para notificarles que estaban liberados de la cadena nacional y “después de eso se sumaron Teleamazonas y los demás canales de señal abierta”.

A través del portal de noticias Ecuadorinmediato.com se conoció, una hora antes del rescate, que asambleístas de oposición pedían amnistía para todos los miembros de la fuerza policial y protestaban que el Gobierno Nacional había “secuestrado, también, los medios de comunicación” porque supuestamente, según esgrimió Leonardo Viteri, del Partido Social Cristiano, existía ”una sola visión y versión de lo que sucedió en el país”.

Una vez que Correa retornó a Carondelet, cerca de las diez de la noche, se dirigió a la nación frente a una Plaza Grande abarrotada de gente, que asistió espontáneamente con banderas y pancartas en apoyo a la democracia y la Revolución Ciudadana.

A pesar de que la plaza es muy amplia, a Reliche no le sorprendió que los medios privados sacaran sólo un plano cerrado para que no se viera la magnitud de la manifestación en apoyo al presidente Correa, y mucho menos cuando “dijeron que era "un grupo de personas", e incluso algunos se atrevieron a decir que habían sido traídos de otras partes, dando a entender que estaban allí porque estaban pagados por el Gobierno”.

¿Fue necesario que el Presidente se presentara en el cuartel policial? La pregunta la responde Giovanna Tassi después de la resaca informativa implementada por los medios privados de comunicación tras el intento de golpe de Estado.

—Si Correa no se iba al Regimiento Quito No. 1, hoy tuviéramos otro Presidente. El hecho de que él haya ido para allá, le ha cambiado un poco el escenario a los que querían derrocar a Correa, porque esta fue la primera vez que el pueblo salió a la calle para defender a un Presidente. Las otras veces salieron botarlos: para botar a Lucio (Gutiérrez), para botar a Abdalá (Bucaram), para botar a Yamil Mauá. Pero esta vez salió a la calle gente, incluso, que no ha votado por Correa. Los mensajes que nos enviaban a la radio decían: “Yo no tengo trabajo, pero igual lo apoyo”.

lunes, 19 de agosto de 2013

La AEDEP, Rafael Correa y el cuento de Pepito y el Lobo

Ellos son el principio y el fin. Al parecer se quedaron en aquella época en que a los gobernantes de turno les temblaban las piernas al primer periodicazo o acudían a las oficinas de los directivos de los diarios del país para rendirles pleitesía. Estaban cómodos en su rol del cuarto poder (en la práctica el primero por su poder de influencia y desestabilización).

Solo de esta manera se puede comprender que los medios alineados en el cartel de la AEDEP (Asoaciación de Editores de Periódicos) se tomen de manera tan textual las palabras del presidente Rafael Correa.

Este lunes, muy a su estilo y para graficar –una vez- más el doble estándar de cierta prensa, el presidente Correa escribió en su cuenta de Twitter lo siguiente: “...Ahora los mayores "ecologistas" son los diarios mercantilistas. Bueno, si vamos a consutla (consulta) popular propondremos también diarios solamente digitales para ahorrar papel y evitar tanta tala indiscriminada de árboles. Veremos quién es quién. No se dejen engañar... “.



Una vez más, ciertos medios a los que el presidente llama mercantilistas evaden muy hábilmente el planteamiento de fondo (el hecho de que ahora todo el mundo –hasta cierto banquero ridículamente- se declaren ecologistas y se den golpes de pecho).

A los pocos minutos de que el presidente escribiera lo citado en su Twitter apareció en la mayoría de medios de la AEDEP -casi concertadamente- una noticia que a primera vista haría pensar en un (nuevo) intento del Gobierno por “atacar” a los pobres medios “libres e independientes”.


Si bien la nota es un despacho de la agencia France Press, sin el debido contexto, se entendería a nivel internacional que es otra arremetida del malo de Correa contra los inocentes diarios privados del país.

En el debido contexto, los dichos del presidente Correa son una forma de evidenciar la doble moral de los medios ecuatorianos. Pero estos, cómodamente, asumen el rol de víctimas. Por eso, no cabe duda que el planteamiento del presidente Correa pasará a engrosar la celebérrima lista de alertas de la inefable Fundamedios. 

El anuncio, en clave de ironía, del presidente Correa lo que hace es dar argumentos para alimentar el viejo cuento de Pepito y el Lobo al que son tan afectos los medios privados. 

viernes, 14 de junio de 2013

La prensa mercantilista, la Ley de Comunicación y el cuento de Pepito y el lobo

Composición gráfica: Eduardo Flores
El viernes 14 de junio será una fecha histórica, será la fecha en la que las futuras generaciones en Ecuador recordarán la aprobación de la ley de Comunicación. El 14 de junio es la fecha en la que se les acabó el cuento -y la fiesta- a las empresas privadas que se dedican a lucrar de la (des) información, a través del linchamiento mediático, del sensacionalismo, del amarillismo, del chantaje y de la ventaja que da (daba) el creerse por encima del bien y el mal.

La Asamblea Legislativa, en una hora y cinco minutos, saldó una deuda con los ciudadanos, que habían refrendado en la Constitución aprobada en 2008 y en la consulta popular del 7 de mayo de 2011. Una ley que había sido bloqueada sistemática e impunemente por 1.302 días.

El cuento empezó el 29 de septiembre de 2009 cuando la Asamblea Legislativa inició el trámite para la aprobación de la ley de Comunicación (que consta como mandato constitucional en la Carta Magna aprobada en Montecristi en 2008). El cuento venía disfrazado de cuco -que es una ley mordaza que va a acabar con la libertad de expresión-, el cuento venía disfrazado de irresponsabilidad -que la mejor ley es la que no existe-; el cuento venía disfrazado de dogmatismo -que los medios son semidioses, que están por encima del bien y del mal, que las audiencias deben creer en la prensa casi por mandato divino-...

Pero ese discurso gastado, fofo, llegó a su fin el 14 de junio. Dos días antes -el miércoles 12- la noticia de que la presidenta de la Asamblea, en uso de sus facultades había resuelto poner en agenda la reanudación de la sesión 136 en la que -luego de agotada las dos instancias de debate- se debía únicamente someter a votación la ley tomó a los detractores de la normativa con las armas abajo, con el discurso vaciado de contenido (que nunca tuvo).

El otrora reputado Alfonso Espinosa de los Monteros (Ecuavisa 12-06-2013, noticiero estelar) atinó a lanzar uno de los pocos (y débiles) argumentos que les quedaba: "que no se había debatido lo suficiente".

Esa noche, "Don Alfonso" agregó -ya más con resignación e impotencia que con la razón- "en fin, esa es la democracia que tenemos".

Pero Don Alfonso no dijo que esa democracia había sido pisoteada por los políticos de oposición, por los gremios de prensa, por la tristemente célebre ONG Fundamedios y por la billetera de los medios mercantilistas que se burlaron de dos mandatos populares que ordenaban la puesta en vigencia de la ley de Comunicación (transitoria primera de la Constitución 2008 y consulta popular 2011).

La ley ni el oficialismo que la propuso son en sí mismo “el Lobo”. Las leyes nacen de una causa primera, son, por otra parte, las relaciones existentes entre los elementos que intervienen en un fenómeno. Puede decirse que las leyes limitan el libre albedrío de los seres humanos que conviven en sociedad; funcionan como un control externo al cual se somete la conducta de las personas para asegurar que se cumplan una serie de normas que respondan a las necesidades de la comunidad.

En lugar de vender cucos, los gremios, los periodistas y quienes están involucrados en la comunicación deberían haber realizado una autocrítica, un proceso de reflexión necesaria en el que se ponga sobre la mesa de análisis qué hicimos mal para que se haya tenido que llegar a la regulación legal. Lamentablemente, no hubo esa reflexión, fue más cómodo replegarse en el argumento facilista de que no necesitábamos regulación.

Las prácticas corruptas de quienes detentaron por décadas el monopolio de la verdad forzaron que se llegara a este punto. Las listas negras, los linchamientos y chantajes mediáticos, la connivencia con el poder político y económico para sacar ventajas, confundir la información con mercancía, la precarización y explotación laboral, la exclusión de la ciudadanía…nos llevaron a este punto.  

Entonces, los ecuatorianos -esa mayoría que no tiene el privilegio de opinar en los grandes medios- reconfirmó lo que había sido una verdad escandalosa: que el Lobo del cuento de Pepito, ese animal malvado del que tanto había advertido el muchacho, y tantas veces en falso, no llegó nunca. Y no llegó porque el lobo no era la ley que democratiza la comunicación, el lobo había resultado ser un grupo de familias, dueñas de los medios de mayor penetración, que por décadas prostituyeron el derecho de la sociedad a estar debidamente informados.



viernes, 7 de junio de 2013

En EE.UU. la libertad de prensa está en peligro

Hay historias que nunca saldrán en los periódicos, la radio o la televisión. “Esta todo pensado” afirma categórico uno de los críticos que toman la palabra en Sombras de libertad, el trabajo que emitió el 2 de junio Documentos TV. "El espectador estadounidense recibe más información sobre escándalos sexuales y famosos de Hollywood, que sobre economía y medio ambiente”. ¿Por qué?

En EE.UU, cinco grandes grupos privados de comunicación controlan el 90% de los medios (News Corporation, Viacom, Time Warner, General Electric, el New York Times y el Washington Post).

Ellos deciden qué es noticiable y qué no lo es en función de sus intereses. Sombras de libertad devela sus manejos para controlar la información y muestra algunas de sus prácticas habituales: censura, corrupción, encubrimiento, según la sipopsis de la Radio y Televisión Española (RTVE).

En este documental, un exhaustivo trabajo de investigación, comunicadores y activistas como Dan Rather o Julian Assange hablan de la manipulación de la información y de la dañina relación de los medios con el poder y la política. Su emisión toma relevancia por el reciente escándalo del gobierno Obama sobre el control a varios periodistas de la agencia Associated Press

AP denunció "un intrusismo sin precedentes" por parte del Departamento de Justicia de Estados Unidos que, durante dos meses y de manera secreta, grabó conversaciones telefónicas de sus reporteros, pinchó las líneas de varias de sus oficinas y almacenó las conversaciones para descubrir si una fuente de la Administración filtró información sobre una operación de la CIA en Yemen.

La libertad de prensa en peligro

“El periodismo es la única profesión protegida explícitamente por nuestra constitución, porque con nuestras preguntas podemos mantener en vereda a los que ostentan el poder”, afirma la periodista Amy Goodman. Pero más de 200 años después de que los fundadores de EE.UU proclamaran el derecho constitucional a la libertad de prensa, los ciudadanos se preguntan si las noticias que reciben están más al servicio de los mercados o de la verdad.

Conexiones de la CIA con el narcotráfico o la reciente guerra de Iraq son dos ejemplos de la historia de la manipulación de los medios a través de los años. “Que nadie se equivoque. El objetivo es controlar las ideas y la imaginación de la gente”, afirma concluyente el célebre actor americano Danny Glover, en un llamamiento a una urgente reforma mediática que devuelva a los medios de comunicación de masas los ideales de la libertad de prensa y la independencia que con tanto afán concedieron hace más de doscientos años los fundadores de Estados Unidos a los ciudadanos.

Tremblay ha señalado que su investigación partió con la lectura del libro Monopoly News Media (el monopolio de los medios) de Ben Haig Bagdikia, educador, periodista y crítico de medios, que fue para él casi una revelación.

"Tenemos a un punto en nuestra historia humana, donde todas estas predicciones de tener un "gran hermano" que controla nuestra información es en realidad algo que sucede. Y está sucediendo de una manera muy sofisticada. Mucho más de lo que hemos visto en las películas en las que es una gran pantalla que domina la ciudad. En realidad es mucho más sofisticado que eso. Y eso es lo que es realmente aterrador", dijo Tremblay en una entrevista publicada en el sitio filmarmy.ca.

martes, 4 de junio de 2013

Trucar titulares es una "práctica corriente" según el director adjunto del diario Hoy, propiedad del presidente de la SIP

La dirección adjunta del diario Hoy salió este martes a justificar la tergiversación que el rotativo hizo de un despacho original de la agencia de noticias France Presse. El titular del diario, propiedad de Jaime Mantilla, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), señalaba que (el presidente de Ecuador, Rafael) “"Correa califica de novelería al matrimonio homosexual”.

El titular original del despacho de la AFP era “Correa rechaza adopción de niños por parte de parejas gay en Ecuador”. La manipulación que realizó el diario Hoy, en su edición del jueves 31 de mayo, ocasionó que el Gobierno elevará un reclamo público, incluso el propio presidente Correa, en su informe sabatino deploró la tergiversación. “La prensa no busca informar sobre los conflictos sino generar conflictos”, reflexionó Rafael Correa sobre la noticia publicada por el rotativo quiteño.

El mandatario cree que la intención que tiene diario Hoy es generar un conflicto entre los grupos que defienden el matrimonio de personas del mismo sexo, para que uno de ellos pueda actuar de forma agresiva.

En las declaraciones del presidente Correa a radio Majestad, y que fueron recogidas por la agencia AFP -el 30 de mayo-, señalaba que jamás en su campaña ofreció apoyar el matrimonio homosexual, y deploró que cuestionen su ideología de izquierda por ser conservador en asuntos morales.

En ese sentido agregó: "Son tonterías, son novelerías que le están haciendo mucho daño a los proyectos de izquierda en América Latina y alrededor del mundo, porque muchas veces nos ponen ante imposibles que no son ni de lejos prioridades ante la miseria y la pobreza". 

Para la Secretaría de Comunicación (Secom) el titular del diario Hoy "No solo orienta equivodamanete a sus lectores sino que también modifica, sin observancia alguna, la nota original de la agencia AFP".

La Secom difundió el lunes una cadena de televisión para solicitar al diario una rectificación, pero la empresa de prensa reaccionó este martes con una nota titulada “La Secom se queja de un titular de este Diario”, en la que expone los argumentos de la entidad de Gobierno, pero no se rectifica.

Diario Hoy publica una explicación de la Dirección Adjunta del rotativo en la que argumenta que no tergiversó el despacho de la France Presse, lo que hizo, anota, es poner otro título lo que, sostiene, “está absolutamente sustentado en el texto de la Agencia, lo cual es una práctica corriente en periodismo en el mundo”.

El artículo 10 del Código de Ética de la Asociación de Prensa de Uruguay (en Ecuador no existen códigos de ética para esta profesión) señala que "los periodistas no deben difundir material falso, engañoso ni deformado. Si así lo hiciesen por error es de buena práctica profesional rectificar la información con el mismo destaque empleado para su difusión y pedir disculpas por la equivocación.

viernes, 31 de mayo de 2013

El periodismo responsable, en el ojo de la opinión pública en Ecuador

Un ciudadano observa un grafiti en las calles Real Audiencia y Fray Leonardo Murialdo, sector la Rumiñahui al norte de la ciudad. Foto: Eduardo Flores/Andes
Desde hace varios días, en distintos sectores de la ciudad de Quito, capital del Ecuador, se han plasmado grafitis con mensajes que llaman a reflexionar sobre la responsabilidad de los medios en el tratamiento de la información.

“La verdad no se extingue”, “la duda desenmascara la mentira”, “una mentira repetida 100 veces sigue siendo mentira”, “la única verdad es la realidad”, “no porque todo el mundo crea una mentira se convierte en verdad”, son algunos de los mensajes que se pueden observar en las paredes de barrios del norte, centro y sur de Quito.

Todos estos mensajes tienen un eje -que al parecer es la firma de un movimiento hasta el momento anónimo-“Queremos la verdad”.

El analista Rodrigo Jordán dijo a la agencia Andes que los grafitis siempre han sido utilizados como una forma de comunicación no formal, un recurso que se concretó en la década del sesenta en Nueva York, en el que se mezcla la voz ciudadana con la estética.

Jordán, catedrático de la Universidad Andina Simón Bolívar, opina que los grafitis generalmente responden a una creciente tendencia de opinión de los ciudadanos.

En este caso, agrega el analista, el Gobierno ha llevado a llevado a pensar mucho en el papel de la comunicación.

Efectivamente, el presidente Rafael Correa ha puesto sobre la palestra pública la influencia y el rol político que han jugado los medios privados en el país, empresas que están en manos de un número reducido de familias. 

En una entrevista radial, este jueves, Rafael Correa, reiteró posición: una buena prensa es fundamental para la democracia, pero una mala prensa es perjudicial para esa democracia.
El mandatario recalcó que su Gobierno no está en contra de la prensa sino de la mala prensa que es una forma de corrupción.

Jordán dice que los grafitis denotan el deseo de los ciudadanos de tener un periodismo responsable. “Hoy el periodismo no solo está viviendo una época de crisis (…) hoy con el desarrollo tecnológico hay alternativas y hace que la gente tome estos temas como algo que hay que decirlo en las calles”, acotó.

La Constitución de Ecuador, aprobada en referéndum en 2008, en su transitoria primera dispuso al Legislativo que se dicte una Ley de Comunicación en un plazo de un año, sin embargo los bloqueos de la oposición y el lobby de los grandes conglomerados mediáticos impidió que se cumpla el mandato.

Posteriormente, en un referéndum aprobado por los ecuatorianos –el 7 de mayo de 2011- se dispuso a la Asamblea Legislativa que se redacte una ley de Comunicación que pese a la oposición cumplió las instancias de debate y su texto reposa actualmente para votación.  

jueves, 30 de mayo de 2013

Darío Fernando Patiño: “Quienes informamos ya estamos metiendo entre líneas opinión”

“Creo que los que informamos, también le incorporamos, entre las líneas, ya estamos metiendo opinión; y que quienes opinan, en realidad muchos de los columnistas son grandes informadores, son personas que están contando cosas que el lector no sabía. Le están informando y están expresando sobre esa información su opinión. Yo creo que cada vez van más entrelazados opinión e información, creo que cada vez es más difícil separarlas”.

Quien consigna semejante opinión (¿¿¿???) es nada más y nada menos que Darío Patiño, el consejero de noticias de Ecuavisa, uno de los principales canales nacionales.

“Uno de los rostros más conocidos –y reconocidos- del periodismo colombiano. Pasó por Caracol, RCN y CityTV, periodista y catedrático, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano”, son las credenciales que exhibe Darío Fernando Patiño, y así lo presentó diario El Comercio en una entrevista difundida este jueves 30 de mayo.

Semejante afirmación (o confesión) del colombiano lo deja a uno impactado y lo obliga a repensar si lo que aprendió en las aulas universitarias y en los años de oficio está acertado. Y lo obliga a revisar los libros y códigos periodísticos, y por si estos conceptos no bastaran, semejante afirmación lo obliga a uno a un cruce de consultas con otros periodistas.

Y, sí, ante semejante afirmación y luego de la contrastación del caso, uno se da cuenta por qué los medios -que deberían entender claramente la diferencia entre los géneros- están cargados de tanta subjetividad disfrazada de información.

Y preocupa que el noticiero de uno de los canales con más penetración a nivel nacional esté asesorado por una persona que piense de esa forma.

Los hechos son sagrados, las opiniones son libres, es una máxima muy conocida en las redacciones. Que no se entienda la diferencia es muy sintomático de la crisis por la que atraviesa el periodismo ecuatoriano en los últimos tiempos.

Todos los libros y códigos periodísticos recomiendan a los profesionales que trabajan con la noticia diferenciar puntualmente información de opinión.

El artículo 11 del recientemente aprobado Código de Ética de la Profesión Periodística en Uruguay (acogido como un hito por los periodistas uruguayos) señala que: “La cobertura realizada por los periodistas debe diferenciar claramente lo que es información verificada de lo que es opinión”. 

El libro del estilo urgente de la agencia de noticias EFE recomienda a sus periodistas evitar construir una noticia con vaguedades e imprecisiones, no mezclar información y opinión y cuidarse de escribir con distancia y acaloramiento (la sintaxis de la nueva narrativa, página 13)

En una entrada anterior expresaba mi preocupación por lo que podría ser una crisis en el periodismo ecuatoriano, con revelaciones como las que hizo Patiño mi preocupación se ha convertido en angustia. El debate queda abierto.

jueves, 23 de mayo de 2013

"Estamos muy preocupados en ser ´periodistas importantes', pero no en escuchar al ciudadano"


El mayor peligro o amenaza para la libertad de prensa son los propios periodistas y no los poderes fácticos, así lo manifiesta Darío Dávila, periodista y consultor mexicano. Dávila dialogó vía telefónica con la agencia Andes sobre el rol de los periodistas de América Latina a propósito del Día Mundial de la Libertad de Prensa que se conmemoró el 3 de mayo.

El comunicador sostiene que los grandes conglomerados mediáticos, que tratan a la información (bien público) como una mercancía más, se han apropiado del concepto de la libertad de prensa en beneficio de sus intereses, en parte por  culpa de los propios periodistas.

En sus reflexiones sobre el oficio, Dávila considera que la desinformación debería ser catalogada como una disfunción social. También que es imposible en la actualidad hablar de libertad de prensa sin la participación de los ciudadanos a quienes cree se les ha dado la espalda. “No queremos escuchar porque estamos muy preocupados por ser periodistas ‘importantes’, pero no por escuchar al ciudadano”.

Darío Dávila ha trabajado con los periódicos mexicanos Diario de Juárez, Diario de Yucatán, Vanguardia, Noroeste, El Mañana, Publimetro, Am de León y Crónica. Ha sido miembro del Centro de Periodismo Digital de la Universidad de Guadalajara. Ha escrito para Reporte Índigo, Emeequis, El Universal, Crónica, Revista Sole y Metro. Es colaborador de Clases de Periodismo.

- ¿Qué es la libertad de prensa y cuál es su impacto en la ciudadanía?

- La libertad de prensa se podría explicar de muchas maneras, sin embargo creo que la más clara tiene que conectarse a lo que la gente necesita que le expliquemos los periodistas, a qué fenómeno necesitamos que los periodistas les traduzcamos o bien le orientemos. Pero también tiene que ver con la libertad para ejercer el periodismo al interior de los propios medios. Cada vez que se habla de la libertad de prensa se piensa en los periodistas, pero no se piensa necesariamente en lo que se vive al interior de las redacciones. De pronto la gente ve noticias o lee que los periodistas se están manifestando por una mayor libertad de prensa. Eso significa que los periodistas quisieran tener más espacios para decir, contar, narrar o simplemente gritar algo que está sucediendo socialmente.

La libertad de prensa tiene un debate donde los ciudadanos tienen un papel importantísimo, ya los periodistas no podemos envolver el pescado de la noticia solos. Tenemos grandes aliados que son los ciudadanos, que ahora nos orientan para que esta receta la construyamos juntos. Durante muchos años en esta tendencia periodística en muchas redacciones mexicanas y latinoamericanas se ha enseñado a los periodistas a envolver solo ellos el pescado. Me refiero a ser quienes dictan incluso reglas de comportamiento social o dan clases de moral desde algunos medios.  La libertad de prensa no podrá entenderse sin la participación ciudadana, sin el monitoreo y la conversación ciudadana.

- Cuando mencionas que los periodistas ya no podemos envolver solos el pescado ¿es porque te has dado cuenta que le hemos dado la espalda a la ciudadanía?

- Hemos sido tácticamente arrogantes, me parece que hemos utilizado a la ciudadanía cuando nos conviene. Cuando nos conviene entonces sí necesitamos apoyo para que nos ayuden en un conflicto que tengan los periodistas. Pero nuestros contenidos, si hablo de medios latinoamericanos, no huelen a ciudadanos, huelen mucho a poder, huelen mucho a edificios. Creo que muchas redacciones siguen siendo guardianes de edificios, pero no guardianes de historias de las personas.

En este arte de envolver el pescado, esta arrogancia táctica de la que te hablo ha colocado a muchos medios en una situación donde muchos periodistas se ponen este traje de Supermán, del que tiene la última palabra, del que supone los comportamientos sociales y morales y dejando fuera, dando la espalda, a un sector ciudadano que desde muchos sectores, desde muchos barrios, desde muchos simbolismos, nos está gritando cosas que los periodistas no queremos escuchar. Y no queremos escuchar porque estamos muy preocupados por ser periodistas “importantes”, pero no por escuchar al ciudadano.

- ¿Pueden los conglomerados mediáticos, que en muchas ocasiones tratan a la información como mercancía, apropiarse de este concepto de la libertad de prensa?

- Yo creo que se han apropiado desde hace muchos años, y me parece también que los periodistas hemos permitido que estos conglomerados, estos gigantes mediáticos, sean los maestros o los guías de a veces un rebaño desinformado por los propios medios. Desinformar debería ser una disfunción social. Una manera de desinformar es pensar que todo lo que sale de la boca de un funcionario es noticioso. 

Una manera de desinformar es publicar rumores en lugar de investigarlos, violando cualquier premisa periodística. Pero también por otro lado, cada vez que volteamos a ver a este hermano mayor, estos conglomerados, grupos de poder, que cada vez cobran más fuerza en América Latina, dejamos de despertar desde adentro de los medios, de entender cómo quiero hablar de libertad de prensa si no la tengo en mi redacción, cómo quiero hablar de justicia o de las agresiones a los periodistas si las mayores injusticias se viven con los salarios de los periodistas. Me parece como que algo no está bien ahí, alguien no está siendo congruente.

La congruencia sería un elemento principal para entender estos nuevos pactos de conversación con la audiencia. No podemos seguir conversando como lo hemos hecho, no podemos seguir siendo los dueños absolutos de una verdad, que además es la verdad en función de los intereses de los patrones de los medios, no en función del ciudadano de a pie, de aquel que te grita algo desde el barrio.

- ¿Cuál es el mayor peligro o amenaza para la libertad de prensa?  

- Creo que son los propios periodistas y no los poderes fácticos. Finalmente los propios periodistas podemos echarle una pala más de tierra a la posibilidad de explicar los conflictos cada que nos colocamos en esta situación de arrogancia, cada que normalizamos que el poder se acueste con muchos periodistas y al siguiente día queremos darle un beso al ciudadano. 

Tiene que haber un matrimonio claro, transparente, derecho, la infidelidad del periodismo con los lectores es bárbara, es altísima y encima de eso los tratamos como si no fueran seres pensantes. Yo he escuchado a muchos editores mexicanos y latinoamericanos decir ‘escribe como si escribieras para niños de primaria’. Eso de regatearle la inteligencia al lector me parece una falta absoluta de respeto.    

- ¿Cómo está la situación actualmente para el periodismo en México?

- Tal vez desde el exterior se antoje que los periodistas mexicanos vivimos al acecho de la delincuencia. Me imagino esta escena como si los capos mexicanos tuvieran sobre su escritorio una baraja donde escogen a qué periodista van a asesinar, y me parece que esto es como colocarle muchos violines de fondo a la situación. Me refiero a de verdad entender el contexto y el drama que está ocurriendo en estas agresiones. No son recientes, no son agresiones del último sexenio, me parece que el periodismo mexicano lleva años siendo agredido a través de presiones en el otorgamiento de publicidad oficial, a través de intimidaciones por pedir la cabeza de un periodista incómodo y, por supuesto, también a través de corrupción periodística.

Aquí hay un fenómeno que cada día va más en aumento, que tiene que ver con periodistas corrompidos y comprados, no solo por el poder sino también por el narcopoder. Imagínate tener al enemigo en casa, donde tal vez  uno de tus colegas sea informante del narcotráfico. Es demasiado riesgoso. Por eso hablo no únicamente que hacer periodismo en México es una situación de riesgo, el riesgo más fuerte es no tener la capacidad de entender realmente el contexto de dónde está parado el periodismo mexicano. O si está siendo capaz de explicar el fenómeno que está padeciendo el país, si está a la altura de esos fenómenos. 

Yo espero que en algunos años nuestros hijos no se pregunten dónde estaban los periodistas mexicanos cuando más los necesitábamos. Tal vez estaban muy ocupados en ser demasiado importante y poco ocupados en hacer un periodismo que explicara, que orientara, que guiara y también que alumbrara zonas de esperanza.