Artículo publicado por la Agencia Venezolana de Noticias (AVN), en octubre de 2010, pocos días después de los tristes hechos del 30-S
Por Raúl Cazal
En tiempos pasados, los “ruidos
de sables” —como llamaban al “descontento” en los cuarteles militares— se
preparaban y cumplían con sigilo. En tiempos de ahora, los golpes de Estado vienen
acompañados de ruidos mediáticos y, sin embargo, agarran desprevenido a más de
uno. Como al presidente ecuatoriano Rafael Correa, que el 30 de septiembre se
presentó en el cuartel del Regimiento Quito No. 1 de la Policía Nacional para
dialogar con los miembros de esa institución sobre la desinformación y
manipulación a la que fueron sometidos, mediante panfletos que circularon en
días previos, sobre la supuesta eliminación de beneficios que establecía la
nueva Ley de Servicio Público.
“Me desayuné con
la noticia en la televisión”, relata Andrés Reliche, periodista de política de
la agencia estatal Andes. Eran las 8:00 de la mañana cuando se fue a su puesto de
trabajo. Pensaba que iba a cubrir las actividades del Presidente, pero su
compañera Jacqueline Burbano llegó primero a las instalaciones de la agencia y
se fue en tacones al Cuartel de la Policía.
Una hora antes,
la directora de Radio Nacional de Ecuador, Giovanna Tassi, se aprestaba a
comenzar su programa “Cabina pública”, cuando vio en la televisión “a los
chapas (los policías), que estaban medio agitados”.
“Como lo estaba
cubriendo Teleamazonas, que es un canal tan escandoloso, no es que no le di
importancia, sino que me dije ‘veamos qué pasa’. Hice mi programa y seguían los
milicos. Después me dicen que el Presidente va para allá”, rememora Tassi con
una sonrisa y mirada vivaz. Y allí ya no tuvo dudas: “Esta jornada durará lo
que tenga que durar, pero de aquí no nos movemos.” Y regresó a la cabina para
cambiar la programación.
Su jornada duró
14 horas de transmisión ininterrumpidas, sin cortinas, sin cortes comerciales,
acompañada de Carlos Flores, jefe de Noticias a nivel nacional, y de Javier
Lazo, una de las voces de la radio y televisión pública.
“Esto nos agarró
de improviso”, reflexiona Alex Mora, director de Noticias del canal público
Ecuador TV, para señalar las dificultades técnicas que confrontaron.
“Poner una
microondas en el lugar donde estaba el Presidente nos tomó casi una hora y
media. Pero había canales que ya estaban ahí, que tenían puntos de transmisión
desde muy temprano en el Regimiento Quito No. 1, y sabían lo que iba a
suceder”, detalla Mora.
—¿Qué canales
eran?
—Teleamazonas y
Canal Uno. Cuando te enteras de algo, creas todo un operativo para tratar de generar
transmisiones. Y cuando te enteras de que otros canales estuvieron desde muy
temprano, incluso desde la noche anterior, con puntos de transmisión en vivo,
es porque ya todo estaba preparado.
—¿En dónde
tenían colocados los puntos de transmisión esos canales?
—Tenían sus
equipos dentro del Regimiento. Nosotros nunca pudimos ingresar los equipos.
Transmitimos desde afuera.
El guión del
golpe
Los medios de
comunicación privados, sin dejar de lado su programación, informaron del
supuesto “descontento” de la Policía Nacional, pero en ningún momento
anunciaron que se trataba de un golpe de Estado, a pesar de que los regimientos
policiales de todo el país se sublevaron a la misma hora y las carreteras y
puentes principales fueron bloqueados. Tampoco lo hicieron cuando la Fuerza
Aérea Ecuatoriana (FAE) tomó el Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre de
Quito y la guardia de seguridad de la Asamblea hizo lo mismo con el parlamento,
a donde sólo permitía entrar a los asambleístas de los partidos de oposición, que
a su vez arengaban en la calle, desde camionetas de la policía, para que el
pueblo se alzara en contra del Gobierno.
“Me atrevería a
decir que esta es una guerra de baja intensidad, que tiene picos para mantener
la zozobra y el desorden. Esto, por qué no, pudo haber sido un globo de ensayo,
para ver dónde hubo las fallas y mejorarlas”, plantea Tassi con el respaldo que
le dan sus años de experiencia como periodista. Y sospecha de la oposición,
porque no olvida que “está dirigida por ex militares, expertos en inteligencia
militar y guerra psicológica”.
Correa intentó
entrar al cuartel, pero le fue impedido el paso por un aluvión de empujones y
gritos insultantes de los policías. Al fotógrafo que acompañaba al Presidente
lo golpearon y le arrebataron la cámara, que luego echaron al centro de unos
cauchos que incendiaron en la entrada del Regimiento.
Con sus ánimos ya
caldeados, los uniformados pretendieron ir contra los periodistas y
camarógrafos de Teleamazonas, que sólo salvaron su integridad y sus equipos
“cuando gritaron que no los agredieran, porque ellos estaban ahí para defender
y apoyar a la Policía”, comentan los reporteros de Ecuador TV.
Minutos más
tarde, Correa regresó al Cuartel y logró entrar al edificio acompañado de su
guardia de seguridad y del ministro del Interior, Gustavo Jalkh. Desde el
primer piso intentó vanamente dar a conocer los beneficios de la nueva ley y
convencer a los uniformados, que constantemente gritaban: “¡Viva Lucio!”,
“¡Fuera los cubanos!”, “¡Fuera Chávez!”.
Fue entonces que
se escuchó el gríto: “¡Mátenlo!”, “¡Maten al Presidente!”. Todavía frente a las
cámaras, Correa hizo una pausa en su discurso, como quien no cree lo que está
escuchando, y los retó mientras se desataba la corbata: “Señores, si quieren
matar al Presidente, ¡aquí está! ¡Mátenlo si tienen valor! En vez de estar en
la muchedumbre cobardemente escondidos. Pero seguiremos con un sola política de
justicia y de dignidad”, fueron algunas de sus últimas frases televisadas.
Al momento de
retirarse del cuartel, Correa fue rodeado por policías que continuaron con los
insultos e intentaron quebrarle su rodilla derecha, recién operada. También le
dispararon bombas lacrimógenas a la cabeza. Con crisis de asfixia, fue llevado
al Hospital más cercano: el de la Policía, en donde permaneció secuestrado por
más de nueve horas.
Tassi recuerda la
conversación telefónica que sostuvo con el mandatario desde la cabina de Radio
Nacional, retransmitida inmediatamente por Ecuador TV y Telesur, cuando el
Presidente le dijo: “Están bajando del techo para venirme a ver”.
—Eso era un
mensaje a García. Y por eso lo volvió a repetir: “Giovanna, insisto, están
bajando del techo para venirme a ver”. En ese momento dije: “Hay que ir al
hospital, hay que proteger la democracia, vamos al hospital…”. No fui demasiado
fría en esos momentos, pero nunca insté a un enfrentamiento de hermanos contra
hermanos. Dije: “En este momento el corazón del Ecuador está en el tercer piso
del Hospital de la Policía, y allá hay que ir”.
—Los
periódicos El
Comercio y El
Universo aseguran
que si no fuera por los medios privados, no se hubiera conocido la verdad.
—¿Pero qué
verdad? Nosotros estábamos ahí. Es exactamente la misma. Los policías
disparando al túnel de hombres, gases lacrimógenos y balas. La verdad es esa. El
Presidente estaba prisionero, hubo un intento de golpe de Estado. Y
sinceramente tengo mis puntos de interrogación sobre el rol de las Fuerzas
Armadas, a pesar de que finalmente, en voz baja, dijeron en la rueda de prensa:
“Apoyamos al orden constituido”. Pero así, en voz muy baja. Y dije ante los
micrófonos que eso me recuerda a Abdalá Bucarám, cuando las FFAA se mantuvieron
a un lado, viendo qué pasaba, para al final entrar en el escenario y decir: “A
ver, niños, ahora les enseñaremos cómo hay que ordenar al país y cómo funciona
la democracia”. E inmediatamente recuerda Tassi el nombre del general Paco
Moncayo, quien estuvo a la cabeza del golpe de Estado de 1996, y que
actualmente es asambleísta.
Rescate del
Presidente
“La Plaza
Independencia estaba llena de personas que espontáneamente habían llegado a
apoyar al Presidente”, recuerda Reliche mientras no recibe en la oficina de la
agencia de noticias Andes, y menciona como destacable la presencia del
canciller Ricardo Patiño, que tomó la decisión de comandar a un grupo de
ciudadanos que lo acompañaron a pie hasta el Hospital de la Policía.
Quito es una
ciudad de lomas, de subidas y bajadas, además de tener las cuatro estaciones en
un mismo día. Al mediodía sube la temperatura y ya es verano. “Unas 800 personas
subieron las lomas hasta llegar a la casa de salud donde el Presidente estaba
secuestrado”, relata el periodista de política de Andes, y comenta que “en el
trayecto se les sumaban más personas, mientras los vecinos, de manera
espontánea, iban proveyendo de agua o de un guineo (banano) a los que
participaban en la movilización, para que tomaran fuerzas. Esta espontaneidad
del pueblo nunca la difundieron los medios privados”.
“No dejaban pasar
a los simpatizantes del Presidente que querían rescatarlo”, confesó Víctor
Orozco, quien desde hace 25 años tiene un puesto de venta de bebidas y frutas
(quincalla) frente al hospital y presenció cómo a quienes avanzaban hacia allá
“los repelían con bombas lacrimógenas”.
En esta
movilización espontánea hacia el hospital, a primeras horas de la tarde, perdió
la vida el estudiante universitario Juan Pablo Bolaños, de 24 años de edad,
quien recibió dos tiros de bala: uno en la cabeza y otro en la pierna.
Rafael Correa logró
salvar su vida luego de ser rescatado por militares de la Fuerzas Armadas, en
combinación con el Grupo de Operaciones Especiales (GOE) y el Grupo de
Intervención y Rescate (GIR), ambos de la Policía Nacional, que se mantuvieron
leales al Gobierno.
“A mi me
quisieron matar. Ustedes saben que yo no dramatizo”, dijo Correa cuando retomó
el Enlace Ciudadano No. 190, el sábado siguiente al intento de golpe de Estado,
y recordó las amenazas que recibieron —vía telefónica— su esposa y las de sus
ministros Patiño y Jalkh. “Hoy día leía la declaración de un infame médico del
hospital policial que decía que soy un mentiroso, que nunca estuve secuestrado
y que siempre pude salir cuando quisiera”. Sólo que para salir, continuó Correa
con ironía, “se necesitaron 600 hombres de las fuerzas especiales, decenas de
heridos y cuatro muertos”.
El automóvil
utilizado para el rescate del Presidente —que no era blindado— recibió cinco
balazos, de un total de 17 que impactaron en los tres autos usados para la
liberación.
Medios
ecuatorianos y agencias de noticias internacionales se hicieron eco de un
correo electrónico emitido por el médico general Gilberto Calle, y de
declaraciones del bioquímico farmacéutico Fernando Vargas, ambos del Hospital
Quito No. 1, que desmentían que el Presidente hubiera sido secuestrado.
Tanto Calle como
Vargas declararon posteriormente a los medios públicos que no estuvieron
presentes en el hospital ese día. Quizá sea por ello que en la declaración
electrónica no dan cuenta de los más de 200 policías que rodeaban el centro
hospitalario, que requisaban los vehículos que de allí salían y que por las
radios de sus patrullas llamaban a matar al Presidente; como tampoco de los
francotiradores apostados en la azotea de la Morgue de la Policía (ubicada al frente)
y de los impactos de bala que recibió el sanatorio, tanto en la planta baja
como en el tercer piso, en donde se encontraba Correa.
El grupo élite
que participó en la liberación del Presidente recibió instrucciones precisas
para rescatarlo con vida: “No disparamos. Si nos disparan, ¡qué pena!”, dijo
uno de los comandantes a sus soldados antes la operación.
En el rescate
murió el cabo primero Froilán Jiménez, del GOE; mientras que el soldado del
Ejército Jairo Panchi Ortiz recibió un disparo que le perforó el pulmón, por no
portar el chaleco antibalas. Momentos antes se había desprendido de éste para
entregárselo al presidente Correa.
En el lugar donde
cayó el soldado Jiménez los ciudadanos decidieron rendirle homenaje dejando
ofrendas florales y velas. Un policía Nacional, de los pocos que se veían por
las calles de Quito después del intento de golpe de Estado, sensiblemente
afectado por sus compañeros muertos, lamentó lo ocurrido.
“Yo no participé
porque estaba en mi unidad en Las Shyris (norte de Quito, cerca del
aeropuerto). Allí no nos dejaron salir, nos encerraron”, dijo el policía, que
prefirió no identificarse y sólo aportó que lleva 11 años en la Policía
Nacional y detenta el rango de cabo primero. También dijo desconocer el
contenido de la Ley de Servicio Público y que lo poco que sabía era a través de
unos “pasquines que decían que se eliminaban las condecoraciones y
bonificaciones”. El panfleto le fue “entregado el día anterior (a la
sublevación) en las cercanías del Regimiento Quito No. 1”.
“Ya sabemos que
esto no fue una reivindicación por pérdidas de beneficios, que, si así hubiera
ocurrido, no era esa la forma de reclamar”, reiteró Correa en el Enlace
Ciudadano número 190, al lamentar las muertes de soldados y civiles durante la
sublevación y en su rescate.
La Policía
Nacional cuenta con 42.000 efectivos. Desde que en 2008 el Gobierno hizo una
homologación de sueldos en esa institución, el funcionario de menor rango tiene
un ingreso mensual de US$ 792 después, mientras que en 2006 ganaba US$ 355. La
cesta básica en Ecuador tiene un costo de US$ 280 y el salario digno (mínimo)
es de US$ 332.
La prensa
miente
El mismo jueves
30 de septiembre a primeras horas de la tarde, en cumplimiento del estado de
excepción promulgado por el Gobierno, los militares se apostaron en todas las
instalaciones públicas. La Plaza Grande o Independencia estuvo resguardada por
un contingente del Ejército, pero era muy sencillo llegar hasta el Palacio de
Carondelet, lugar donde despacha el Presidente de Ecuador. Bastaba con mostrar
un carnet de prensa para que los soldados te abrieran paso.
Dos días después
del intento de golpe de Estado, el Ejército mantenía la misma cantidad de
efectivos en la plaza, sólo que esta vez un tumulto de gente estaba ante la
puerta lateral de Carondelet. Al principio había una fila más o menos ordenada,
hasta que empezaron a entrar las personas acreditadas para participar en el
Enlace Ciudadano.
Un oficial
llamaba por apellido y nombre —en ese orden— a quienes habían quedado rezagados
para entrar, mientras otros tantos se agolpaban en la cerca y vanamente
intentaban ingresar al Palacio para demostrar, en persona, su apoyo o cariño a
Correa.
Como enviado
especial de AVN, intenté tomar fotos en medio del tumulto. Eso hacía cuando un
militar vestido de campaña, con casco y armamento a cuestas, me llamó a
traspasar la barrera de soldados. Pensé que me requisaría la cámara, porque me
pidió que me pusiera a un costado, contra una pared, pero lo que hizo fue
preguntarme amablemente sobre detalles técnicos de la cámara digital.
La charla
fotográfica hizo que pasara el tiempo mientras esperábamos mencionaran nuestros
apellidos y nombres. Supuestamente, un funcionario de la Secretaría de
Comunicación de la Presidencia nos buscaría en la entrada, pero nadie vino a
nuestro encuentro. Para poder entrar a Palacio tuvimos que aplicar el método
que vimos antes ejercer a otros: gritar “Prensa”, mostrar el carnet, y abrirnos
paso entre las personas que, con empujones, intentaban burlar el cerco de la
seguridad militar.
—La prensa miente
—gritó una señora al ver que el encargado de seguridad nos permitía entrar.
Repitió un par de veces la misma frase, en busca de apoyo en su entorno.
—Somos de
Venezuela —le dije y ella, con una sonrisa, aprobó nuestro ingreso.
No fue casual su
grito. En agosto de 2010 aparece publicado en internet el estudio “La relación
entre el tratamiento mediático corporativo de la contra violencia política y su
desligitimación social”, realizado en Ecuador por Ana V. Sánchez para la
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso (organismo internacional
creado en 1956 por la Unesco), en donde explica “cómo se puede despolitizar y
banalizar un acto político mediante su mediatización y manipulación
discursiva”.
Sánchez sostiene
que la fabricación de las noticias está en correspondencia con los “intereses
estratégicos de los poderes políticos y económicos que poseen o controlan los
medios de comunicación”.
Esos medios, en
Ecuador, están concentrados en ocho grupos económicos pertenecientes a igual
número de familias, destaca una investigación de Guillermo Navarro Jiménez, que
forma parte de su libro Los poderes fácticos (2006). Cada uno de estos grupos
económicos o familiares posee, por lo menos, una televisora, radios, periódicos
y revistas, y siete de ellas están relacionadas entre sí a través de la
participación accionaria en sus empresas de comunicación, además de pertenecer
a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
El Grupo
Pérez controla
el diario El
Universo y
las televisoras Ecuavisa y Univisa. Los diarios Expreso y Extra,
así como la Radio Punto Rojo FM, pertenecen al Grupo
Martínez, que junto con el Grupo Pérez también
es accionista de Vanguardia,
revista que se imprime en Minotauro, imprenta delGrupo Vivanco, que
controla el diario La
Hora y
la radiodifusora Planeta FM Stereo. El Grupo Mantilla Mosquera posee el
diario El
Comercio, el vespertino Últimas Noticias, el Sistema
Ecuadoradio y Radio Platinum, mientras que el control del canal Telenacional lo
comparte con el Grupo
Alvarado, que también participa en Univisa, pero cuyo ámbito de acción,
aparentemente, está en las revistas impresas, entre ellas Vistazo y América
Economía Ecuador. El Grupo Egas controla
Teleamazonas y posee participaciones minoritarias en el diario El
Comercio y
en Edimpres, del Grupo Mantilla Mosquera. Esta última empresa también es
compartida con elGrupo Mantilla Anderson, que además de manejar el
diario Hoy,
domina Radio Hoy y TVHoy, entre otras empresas de servicios satelitales y de
información digital.
El más polémico
de estos casos oligopólicos es el del Grupo Egas, cuyos activos principales se
encuentran en el campo de la banca. La Constitución Nacional, refrendada por el
soberano en 2008, estableció un plazo para disolver toda asociación entre la
comunicación social y las finanzas. Así, dice en su artículo 312 que las
“entidades o grupos financieros no podrán poseer participaciones permanentes,
totales o parciales, en empresas ajenas a la actividad financiera” y
expresamente “prohíbe la participación en el control del capital, la inversión
o el patrimonio de los medios de comunicación social, a entidades o grupos
financieros, sus representantes legales, miembros de su directorio y
accionistas”.
“Es un golpe
histórico a los poderes fácticos de este país, así que cuidado que van a
intentar que no lleguemos hasta octubre, porque en octubre los bancos, que eran
dueños de este país y de medio mundo, van a tener que vender todas sus empresas
no financieras o, viceversa, van a tener que vender el banco”, señaló el
presidente Correa a principios de julio de 2010.
El banquero Fidel
Egas debía vender las acciones de Teleamazonas antes del 20 de octubre, y
supuestamente transfirió sus valores a un fideicomiso en el que participan un
grupo de amigos y conocidos del financista, además de un consorcio español y
otro peruano.
“Me gustaba el
poder de influencia que uno podía tener para cambiar la sociedad. A todos nos
gusta que las cosas funcionen más o menos a nuestra forma de ver y ese fue un
camino. Ahora lo dejo sin que, por supuesto, haya alcanzado ni lo más mínimo de
lo que era mi sueño”, declaró a El Universo, una semana después de
que se perpetrara la intentona golpista.
La investigadora
Sánchez sostiene que entre los medios privados de Ecuador existe un consenso periodístico,
debido a la fuerte relación familiar de los factores de poder económicos, que
tiene como fundamento “la mantención del status quo y de un
sistema de poder conveniente a sus intereses de clase”.
Cuando llegó
Rafael Correa a la Presidencia, en 2006, Ecuador no contaba con un medio
estatal audiovisual. Hace apenas tres años apareció la televisora pública
Ecuador TV y su primera transmisión fue con la instalación de la Asamblea
Constituyente, el 29 de noviembre de 2007.
Un año después inició
transmisiones la Radio Nacional, primero con frecuencias en Quito y Guayaquil,
y luego en Cuenca y Manta. Sus instalaciones en la capital ecuatoriana las
comparte con la recién creada agencia estatal Andes y los periódicos —también
estatales— El
Telégrafo yPP.
Las televisoras
Gama TV, TC Televisión y Cable Visión fueron incautadas el 8 de julio de 2008,
por la Agencia de Garantía de Depósitos de Ecuador (AGD), a los hermanos
William y Roberto Isaías, que adeudaban US$600 millones al Estado tras recibir
esa cantidad de dinero cuando eran accionistas de Filanbanco, durante la crisis
financiera de 1998 y 1999.
Una cadena de
información
A partir de las
dos de la tarde del día 30, los medios audiovisuales privados se enlazaron con
la señal del canal público Ecuador TV, por disposición del Gobierno Nacional.
La medida fue catalogada por la oposición mediática como un “apagón
informativo”, para generar la matriz de opinión del golpe de Estado.
“La actuación de
la televisión pública, en esta crisis, demostró que estuvo ahí para preservar
uno de sus valores esenciales, expresados en nuestra guía editorial, en la cual
tenemos como misión defender el Estado de derecho”, explica Enrique Arosemena,
presidente de Ecuador TV. Arosemena diferencia el papel de la televisión
pública en tiempos de paz, cuando promueve espacios plurales “para esas voces
que normalmente no se escuchan en la televisión privada”, además de impulsar
las políticas públicas.
María Isabel
Cevallos, conductora del espacio “Lo Público” en Ecuador TV, donde participa la
ciudadanía a través de cartas y llamadas telefónicas, acompañó ese día a Alex
Mora en el set de noticias, para llevar las informaciones que minuto a minuto
se estaban generando en Ecuador.
“Que se diga
ahora que estábamos haciendo proselitismo, siguiendo un guión, es una infamia
absoluta”, afirma con indignación Cevallos, y rememora que cerca de las siete
de la noche, una turba irrumpió en el canal Ecuador TV y generó destrozos en
sus instalaciones y equipos, además de agresiones al personal.
A Cevallos le
entristece que los medios privados den voz calificada a personas que para ella
“no representan a nadie”, y toma por caso al diarioEl Universo, que
publica el sábado 2 de octubre, en una página, una entrevista “con una chica,
integrante de las 50 o máximo 70 personas que irrumpieron en el canal público y
que, a pesar de no representar a nadie, a esta chica se le da amplia cobertura,
como si hubiera sido la heroína de la jornada”.
“La chica de El
Universo” a que hace referencia la periodista de “Lo Público”, es María
Alejandra Cevallos Cordero, estudiante del cuarto año de Derecho de la
Universidad de Los Hemisferios, a quien la turba hizo posible que se expresara
a través de Ecuador TV mientras se realizaba la cadena nacional. El rector de
esa universidad privada, Alejandro Ribadeneira, se ha opuesto a la nueva Ley de
Educación Superior porque supuestamente es “pisoteada con el veto
(presidencial)”. Ante los medios de comunicación declaró: “Es una humillación
de los asambleístas que se agachan ante el poder del Presidente y dejan que
todo pase por el ministerio de la ley, es una actitud vergonzosa. Aquí el único
legislador se llama Rafael Correa, los asambleístas de PAIS (partido de la
Revolución Ciudadana) son alzamanos”. Dos días antes de la sublevación
policial, miembros de esa y otras casas de estudios privadas lanzaron huevos al
Palacio de Carondelet en protesta por la Ley.
Sin dejar de lado
su indignación, María Isabel Cevallos continúa con la reflexión: “¿Por qué
desconocen, en cambio, a los miles de ciudadanos que estuvieron en la Plaza
Grande o a las afueras del Hospital de la Policía, que se jugaron la vida, que
se enfrentaron desarmados a los policías que disparaban a mansalva, que lo
único que exhibían era el amor por la justicia y por la democracia? ¿Por qué El
Universo da
una página a una persona que no representa a nadie, pero que, sin embargo,
parecería caer en el juego de la oposición de que era “el momento”? Porque me
acuerdo claramente las palabras que dijo ella (Cevallos Cordero): ‘Creemos que
este es el momento oportuno para pedir que Correa se vaya’. Esas palabras a mí
me aterraron”.
Los medios
invisibilizaron el golpe de Estado, el secuestro e intento de magnicidio del
presidente Correa, así como la agresión a los medios públicos. La Unión
Nacional de Periodistas (UNP, el equivalente al Colegio Nacional de Periodistas
en Venezuela) se solidarizó con todos los periodistas de los medios privados y
condenó el “apagón informativo” de la cadena nacional.
“Nunca se
solidarizaron con los comunicadores y técnicos de Ecuador TV. ¡Jamás!”, dice
con voz firme la periodista Cevallos. “La UNP solamente habla con su discurso
político para defender el status quo”.
—¿Los medios
privados de comunicación juegan el papel de partidos de oposición?
—No me cabe la
menor duda de que pueden estarle haciendo el juego al poder con todos estos
manejos mediáticos. Existe una práctica afianzada en los comunicadores
sociales: no hay análisis, sino reproducción de un discurso impuesto por
quienes son propietarios de medios. A partir de ese discurso, no hay
oportunidad para que los ciudadanos podamos decir lo que creemos, sino que nos
imponen lo que debemos pensar. Y al invisibilizar sucesos como el ataque a la
televisión pública, a la cantidad de actores sociales tan diversos que
estuvieron en respaldo a Correa en el hospital, gentes con sillas de ruedas,
niños, personas de la tercera edad, mujeres que se sentían beneficiadas por
distintos programas del Gobierno, invisibilizarlos es un castigo y un crimen que
no entiendo cómo nadie puede criticar y deplorar.
A las ocho de la
noche, cuando estaban por rescatar al presidente Correa, Arosemena llamó desde
las instalaciones de Ecuador TV a los directivos de Ecuavisa para notificarles
que estaban liberados de la cadena nacional y “después de eso se sumaron
Teleamazonas y los demás canales de señal abierta”.
A través del
portal de noticias Ecuadorinmediato.com se conoció, una hora antes del rescate,
que asambleístas de oposición pedían amnistía para todos los miembros de la
fuerza policial y protestaban que el Gobierno Nacional había “secuestrado,
también, los medios de comunicación” porque supuestamente, según esgrimió
Leonardo Viteri, del Partido Social Cristiano, existía ”una sola visión y
versión de lo que sucedió en el país”.
Una vez que
Correa retornó a Carondelet, cerca de las diez de la noche, se dirigió a la
nación frente a una Plaza Grande abarrotada de gente, que asistió
espontáneamente con banderas y pancartas en apoyo a la democracia y la
Revolución Ciudadana.
A pesar de que la
plaza es muy amplia, a Reliche no le sorprendió que los medios privados sacaran
sólo un plano cerrado para que no se viera la magnitud de la manifestación en
apoyo al presidente Correa, y mucho menos cuando “dijeron que era "un grupo
de personas", e incluso algunos se atrevieron a decir que habían sido
traídos de otras partes, dando a entender que estaban allí porque estaban
pagados por el Gobierno”.
¿Fue necesario
que el Presidente se presentara en el cuartel policial? La pregunta la responde
Giovanna Tassi después de la resaca informativa implementada por los medios
privados de comunicación tras el intento de golpe de Estado.
—Si Correa no se
iba al Regimiento Quito No. 1, hoy tuviéramos otro Presidente. El hecho de que
él haya ido para allá, le ha cambiado un poco el escenario a los que querían
derrocar a Correa, porque esta fue la primera vez que el pueblo salió a la
calle para defender a un Presidente. Las otras veces salieron botarlos: para
botar a Lucio (Gutiérrez), para botar a Abdalá (Bucaram), para botar a Yamil
Mauá. Pero esta vez salió a la calle gente, incluso, que no ha votado por
Correa. Los mensajes que nos enviaban a la radio decían: “Yo no tengo trabajo,
pero igual lo apoyo”.
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